Sant Vicent Ferrer, que recorrió distintos países europeos, pasó por nuestras comarcas castellonenses en numerosas ocasiones, incluso visitó la capital. Del llano a la montaña, estuvo varias veces en Borriol, el antiguo Burriol, para dirigirse a las comarcas del Maestrat, Morella, Sant Mateu y Peñíscola. No le era, pues, ajeno este pueblo como paso obligado de su apostolado itinerante.

Así lo hizo en el lejano 1410, un 14 de abril (y, probablemente, en la Cuaresma de 1413 y en 1414), en donde se detuvo para predicar alguno de sus sermones en el antiguo cruce de caminos y vía romana. De esa estancia queda la tradición, con recuerdos que todavía perduran en la memoria de los borriolenses y un rico anecdotario a caballo entre lo histórico y lo legendario. Ante la multitud reunida en el núcleo urbano, pequeño en aquel tiempo, resultando insuficiente para albergar a los fieles, seguramente decidió el santo trasladarse a una plazoleta en el cruce de caminos antedicho. Allí, sobre una piedra calcárea, predicó uno de sus sermones (ocho se han recogido en la provincia, pero no éste); y la fe de los borriolenses conservó tan preciada reliquia encastada actualmente en el altar del ermitorio con esta inscripción: “Sobre esta piedra predica Sant Vicente Ferrer i pvest”.

Y sobre aquella piedra, venerada por el pueblo, en el año 1667 se construyó la actual ermita de una sola nave, de estilo corintio y coro en alto, con una reforma en 1730.

Cada lunes siguiente a Pascua de Resurrección, el pueblo, en animada romería, cumple la tradición asistiendo a la misa que allí se celebra tras la procesión habitual. Y se cantan los gozos en valenciano desde 1978 con la música de siempre. Es un día festivo y brillante. Por la mañana, desde el templo de San Bartolomé, desfila la procesión hacia la ermita por el Camí Vell y el puente de Cominells, con el pendón, las andas con la imagen, cohetes aéreos y un numeroso grupo de fieles hasta su destino. Allí, con el recibimiento de la comitiva por la banda de música en la plazoleta y el grupo de danzas, comienza la misa cantada con sermón, finalizando con los gozos. Después, la obligada visita a la feria de los alrededores con la adquisición de pilotetes para la chiquillería y degustaciones para los mayores.

Seguidamente, tiene lugar el regreso a la población, con el disparo de una traca en la calle dedicada al santo, hasta llegar a la plaza del Pou en la que se une el tronar de los cohetes, la ruidosa mascletà, la música de banda, las dulzainas y tambores y el tañido incesante de las campanas de la torre. Todo ello da el aire festivo característico de esta celebración, una de las más típicas.

Por otra parte la semana festiva ha ido ofreciendo varios actos en estos días, entre los que destacan exposiciones y charlas, junto a la exhibición de ganado vacuno y actividades deportivas, como expresa el programa de fiestas del presente año, con una excelente imagen de la ermita, obra del pintor borriolense, ya fallecido, Lorenzo Ramírez.