El apio se considera una planta mediterránea, aunque ciertamente se desconoce su origen. Crece desde hace miles de años de forma natural en zonas muy húmedas con clima templado y proviene de una planta silvestre. Fue muy consumido por griegos, romanos y egipcios, y en la Edad Media se consideró un buen remedio para muchas enfermedades y varias dolencias.

Es una planta de tallo grueso, hueco, estriado y alargado que se compone de pencas de forma cilíndrica, recorridas longitudinalmente por un surco profundo, de las que brotan numerosas hojas parecidas al perejil. Estas tienen un sabor muy intenso y un poco amargo. El tallo es más suave, con ligero gusto anisado y de textura bastante crujiente. El apio fresco que es de calidad tiene una bonita apariencia, tallos o pecíolos gruesos, compactos, firmes, crujientes y de color verde claro, con las hojas verdes frescas.

Pocas variedades

El apio tiene pocas variedades. La principal diferencia es el color: verde y blanquecino o amarillento. Las variedades verdes necesitan la técnica del blanqueo si se quiere tener pencas blancas, algo que no requieren las variedades amarillas. Las verdes son rústicas, de buen crecimiento y más fáciles de cultivar. Las amarillentas, por contra, son de cultivo más dificultoso, pero son muy apreciadas por los compradores. El apio se puede encontrar en los mercados municipales de castellón durante todo el año.

Se conserva durante 4 ó 5 días en la nevera, mejor si está envuelto en papel húmedo. Se puede congelar si se escalda previamente durante unos 3 minutos, aunque al descongelarlo pierde su textura crujiente. Después del pepino, el apio es la hortaliza de menor valor energético y, por tanto, ideal en dietas de adelgazamiento. Se aprovecha todo.