Ha pasado casi un mes desde que el rapero Kanye West anunciara su quijotesca candidatura a la presidencia de Estados Unidos. Un mes en el que no ha demostrado tener mucha prisa por poner en marcha los rodamientos de su campaña. Desde entonces no ha hecho más que un mitin de campaña, dos entrevistas y varios tuits. Y hay quien dice que ni siquiera está en el país. Las revistas del corazón lo sitúan en una remota isla del Caribe con su familia, donde estaría tratando de salvar su matrimonio con la célebre Kim Kardashian.

Pero nada de eso ha servido para calmar la ansiedad de algunos demócratas, que vieron recientemente cómo West confirmaba sus sospechas al afirmar que su candidatura busca restarle votos al demócrata Joe Biden en las elecciones de noviembre. «No te lo voy a negar, te lo acabo de decir. Afirmar que el voto negro es demócrata es una forma de racismo o de supremacismo blanco», le dijo el rapero a Forbes . Sus palabras desataron la indignación de los demócratas en las redes sociales, donde proliferan desde entonces los llamamientos a boicotear los negocios del matrimonio West Kardashian. Una iniciativa que partió aparentemente de Joe Lockhart, quien fuera portavoz de Bill Clinton en la Casa Blanca.

«Si Kanye quiere presentarse para ayudar a Donald Trump, golpeémosles en el bolsillo», escribió en Twitter. «Eso incluye a todos ellos. Ni conciertos ni perfume ni ninguna de las mierdas que venden». Además de haber facturado 140 millones de discos, West diseña zapatillas a un precio cercano a los 300 dólares, mientras la estrella de los realities tiene sus propias marcas de perfume, productos cosméticos y ropa interior. Ambos figuran en la lista de celebridades que más dinero ganan cada año.

Nadie en su sano juicio piensa que el rapero puede ganar las elecciones. Ni siquiera es matemáticamente posible, ya que ha llegado tarde para registrarse en varios estados. Pero no se descarta que pueda arañar decenas de miles de votos entre los afroamericanos, que votan casi exclusivamente demócrata. De ahí la preocupación de algunos estrategas del partido, que piensan que algunos estados cruciales podrían decidirse por estrecho margen, como sucedió hace 4 años, cuando Trump ganó en Michigan por 11.000 votos y en Wisconsin por 23.000. H