La indignación que prendió en Minneapolis se ha extendido a todas las grandes capitales de Estados Unidos, que vivió el viernes otra noche caótica de protestas multitudinarias y actos de vandalismo. Muchas de las marchas por la muerte del afroamericano George Lloyd a manos de la Policía derivaron en enfrentamientos con los agentes, edificios y vehículos quemados, comercios saqueados y cientos de detenidos. Una explosión de furia por la persistente brutalidad policial y la sempiterna discriminación de los negros que las autoridades están teniendo serios problemas para contener. Varios estados desplegaron a la Guardia Nacional, mientras el Pentágono ordenó a la Policía militar que se prepare para viajar hasta Minneapolis si el presidente lo ordena.

La solidaridad de parte de la clase política con las manifestaciones que comenzaron el martes, un día después de que un policía le clavara la rodilla en el cuello a Lloyd durante ocho minutos hasta dejarle inconsciente, ha dado paso a la denuncia airada de los actos de vandalismo.

«Esto es un caos absoluto. No tiene nada que ver con las muestras de luto o con la injusticia que todos reconocemos que se tiene que resolver. Esto es peligroso», dijo el gobernador de Minnesota, Tim Waltz. El demócrata aseguró que los disturbios en Minneapolis y Saint Paul, las dos ciudades hermanadas que forman una misma conurbación, están «estrechamente controladas» por un grupo de agitadores de fuera de la ciudad.

Por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, su estado ordenó el despliegue de todos los efectivos de su Guardia Nacional, más de 13.000 militares llamados a sumarse a los 700 que ya patrullaban sus calles. «Esto es un intento organizado de desestabilizar nuestra sociedad civil», afirmó Waltz antes de confabularse para sofocar «cuanto antes» los altercados. Hasta ahora ni la presencia militar ni el toque de queda impuesto a partir de las 20.00 horas han logrado frenar los disturbios. Por cuarta noche consecutiva se prendió fuego a comercios y edificios, desde una sucursal bancaria a una gasolinera. Y hubo también disparos contra los agentes, según la propia policía, que llevó a cabo alrededor de 40 arrestos.

Escenas similares se vivieron en una treintena de ciudades. El gobernador de Georgia declaró el estado de emergencia, después que grupos de manifestantes se enfrentaran con los agentes en Atlanta, incendiaran un coche y se ensañaran con la sede de la CNN. Su fachada fue pintarrajeada, mientras volaban algunas de sus cristaleras. «¿Qué cambiamos destrozando la ciudad?», dijo la alcaldesa, Keisha Lance. «Habéis perdido toda la credibilidad. Así no es como cambiamos América».

En Detroit (Michigan) murió una persona, víctima de varios disparos de origen desconocido dirigidos contra los manifestantes, según Associated Press. Por todo el país arreciaron los cánticos de «sin justicia, no hay paz», «la vida de los negros importa» o «no puedo respirar», una de las últimas frases que pronunció Lloyd antes de morir en un hospital, según la autopsia.

GASES LACRIMÓGENOS / En Nueva York hubo enfrentamientos con la Policía, que recurrió a los gases lacrimógenos para tratar de disuadir las concentraciones, que se trasladaron desde Manhattan hasta Brooklyn.

La Casa Blanca ha dejado que sean los estados los que lidien con las protestas, aunque Donald Trump sigue culpando a «la izquierda radical» de orquestar las protestas y a los líderes demócratas de permitirlas. «¿Cómo puede ser que todos estos sitios que tan mal se están defendiendo estén gobernados por demócratas progresistas?», escribió en las redes sociales. Como ya hizo la víspera, el presidente amenazó con una reacción contundente. Antes de pedir a los gobernadores que endurezcan su respuesta, afirmó que, de haber traspasado las vallas, los manifestantes hubieran sido recibidos con «los perros más agresivos y las armas más amenazantes que se hayan visto».

La frustración de buena parte de la población con la violencia policial contra los negros se ha agravado por el fracaso de las reformas acometidas en los últimos años para tratar de cambiar la cultura de distintos departamentos policiales.

Ni las medidas para diversificarlos racialmente ni la obligación impuesta a los agentes de la Policía para que filmen sus interacciones con la ciudadanía han logrado reducir sensiblemente el número de homicidios perpetrados por los agentes. El año pasado hubo 1.100 muertos. La igualdad está lejos en EEUU. Los afroamericanos tienen tres veces más probabilidades de morir a manos de la Policía que la población blanca.