Las campanas anuncian las horas, pero también la vida y la muerte, y en las calles desiertas de Washington, el eco de las campanas se funde con el inquietante aleteo de los helicópteros. Minutos antes de que entre en vigor el toque de queda, adelantado a las 19.00 horas tras los violentos disturbios del domingo, comercios y hoteles se parapetan con tablones para proteger sus establecimientos, como si esperaran el paso de un huracán.

Pero esta será una jornada diferente. Antidisturbios, policía militar, carros blindados y hasta agentes de la DEA han tomado el centro de la capital con la clara intención de impedir que se repita el caos de la víspera. «Vamos a acabar con los disturbios y la anarquía que se ha extendido por nuestro país», dijo Donald Trump desde la Casa Blanca. «Y vamos a acabar con ellos ya».

Criticado a diestra y siniestra por la pasividad con la que ha actuado mandatario republicano hasta ahora, solo interrumpida para azuzar la división social en Twitter, el presidente de Estados Unidos amenazó el lunes con desplegar a los militares si los gobernadores no son capaces de sofocar las algaradas.

«PRIMER AVISO / «Esto no son actos de protesta, son actos de terrorismo doméstico», advirtió Trump en un breve comunicado leído frente a las cámaras, horas después de haber llamado «débiles» a los gobernadores del país por no aplacar las protestas. «Si ciudades o estados se niegan a tomar las acciones necesarias para defender la vida y la propiedad de sus residentes, desplegaré al Ejército de Estados Unidos para solventarles pronto el problema». El toque de queda en la capital, añadió, será «estrictamente» aplicado.

A dos manzanas de allí, un megáfono de la policía hizo suya las palabras del presidente. «Primer aviso: abandonen la zona o serán arrestados». Natay Smith no se movió.

«No me importa que me arresten. Los negros somos personas. Creemos en las mismas cosas que el resto. Estamos cansados de ver morir a nuestros familiares y amigos. Y lo peor es que los policías responsables nunca tienen que rendir cuentas», decía esta estudiante de 20 años. Entre el 2013 y 2019, solo el 1% de los agentes involucrados en la muerte de un sospechoso fueron procesados, según Mapping Police Violence.

Frente a la Casa Blanca cientos de personas habían protestado hasta entonces pacíficamente, pero sin previo aviso, la policía comenzó a disparar gases lacrimógenos y a dispersarlos con agentes montados a caballo.

¿El motivo? Trump salía finalmente de su madriguera, dos días después de haber tenido que encerrarse durante casi una hora en el búnker de su residencia. Acompañado de una comitiva de asesores, cruzó el Parque Lafayette, despejado a las bravas, y se plantó frente a la iglesia de Saint John para hacerse la foto con una Biblia en la mano, un día después de que ardiera el sótano del centro religioso.

OBISPO INDIGNADA / El golpe de efecto «indignó» a la obispo de la Iglesia Episcopal de Washington, a la que pertenece la llamada «iglesia de los presidentes». La Casa Blanca no le avisó de la visita, no le pidió permiso para utilizar su Biblia ni le informó de que los manifestantes serían gaseados para abrir paso al presidente. «La Biblia declara que Dios es amor. Todo lo que él ha dicho y ha hecho es inflamar la violencia», dijo la reverenda Mariann Budde. «Cuando necesitamos un liderazgo moral, él hace todo lo posible para dividirnos».

En el centro de la ciudad comenzaron los arrestos. Expeditivos y sin contemplaciones, aunque apenas encontraron resistencia porque el grueso de los manifestantes había huido. Frente a las multitudes del fin de semana, la protesta del lunes fue pequeña, a diferencia de lo acaecido en otras ciudades.

En Filadelfia o Atlanta la Policía cargó contra centenares de manifestantes. En Nueva York la indignación pacífica de las primeras horas derivó nuevamente en saqueos en la Quinta Avenida. Y por todo el país seis policías resultaron heridos de bala.

Entre los participantes en las marchas crece la preocupación por la violencia, que enturbia sus demandas legítimas.

No todo son llamamientos a aplastar las protestas. El candidato demócrata a la presidencia de los EEUU, Joe Biden, acusó al presidente de convertir el país «en un campo de batalla» con su retórica destinada a inflamar a sus bases. «No puedo respirar es una llamada de atención para que el país reaccione», dijo desde Filadelfia.