Con ese nombre Livio Lo Monaco podría ser un personaje de novela, el detective Lo Monaco, el pugilista Lo Monaco, tanta cadencia y sonoridad. Pero no es nada de eso. A la pregunta de quién es este hombre se solía responder que era alguien que había hecho fortuna en el sector del colchón; un rico empresario. Dejó de ser eso -o solamente eso- hace poco, cuando decidió ceder su velero para el rescate de inmigrantes en el Mediterráneo: el 'Luis Ginillo', rebautizado 'Astral', la nave que ahora sirve a Proactiva Open Arms para salvar vidas en el Mediterráneo; el barco que da nombre a un documental, el de Jordi Évole, estrenado esta semana. Eso -donar su barco- transformó a Lo Monaco. A ojos de la gente y de sí mismo. Milanés de 51 años, vecino de Granada desde hace 20, al empresario lo acosa últimamente esta pregunta: ¿dónde están los límites de la filantropía?

-¿Dónde están?

-Mire: hace 10 años decidimos donar el 5% de los beneficios de la empresa a la ayuda humanitaria, y ahora me pregunto: ¿Por qué el 5? ¿Por qué no el 10? ¿Por qué no todo? Ayer vi el documental y fue muy duro. Me conmovió. Uno cree que hace lo suficiente, pero al salir de la película entendí que no, no hago lo suficiente.

-Será uno de los objetivos del documental. No dejar indiferente a nadie.

-Yo estoy como ofendido conmigo mismo, pero también con la gente, todo el mundo habla mucho, bla, bla, bla… No digo que todos tengan que ser Teresa de Calcuta, pero sí: sí que espero que el documental sirva para que la gente se replantee si hace lo suficiente. Yo me lo estoy planteando, y no lo es, no es suficiente.

-¿Entonces? ¿Está pensando hacer algo?

-Me gustaría que el grupo Lo Monaco empezara a donar más, sí; eso tiene que pasar por el consejo de administración, pero hay que hacerlo. Y estoy pensando en ver al alcalde de Granada… no sé… no tengo nada decidido… Quién sabe si hacer algo conjunto, quizás montar una pequeña aldea de acogida, un lugar donde los refugiados puedan vivir. Yo qué sé, son pensamientos locos. Hay que mirar por dónde seguir aportando.

-Dígame una cosa, ¿cuánto le costó deshacerse de ese barco?

-Para mí ese barco es la única locura de mi vida, me desprendí de algo que amaba mucho. Yo diría que al donarlo estaba en la fase tres: la fase de donar lo que a uno le importa.

-¿La fase tres?

-El compromiso tiene fases. He visto a personas comiéndose el chuletón que al ver en las noticias la imagen de un niño muriéndose dicen: «Ya ni puede comer uno tranquilo». Son los que prefieren no ver. En la segunda fase la gente empieza a ayudar desprendiéndose de cosas que no le importan, y en la tercera de cosas que le importan; ahí, la satisfacción que tienes es mucho mayor. Y luego está la cuarta fase, que es donde está Óscar Camps. Un tipo especial, Óscar. En más de un sentido.

-¿Qué quiere decir?

-Tengo una relación con Óscar de amor y odio, nos peleamos, pero le tengo muchísimo aprecio. Hemos tenido encontronazos, pero yo cada vez lo entiendo más: es un tipo endurecido por lo que hace y entiendo que no tiene ganas de escuchar chorradas. Yo, por ejemplo, me quedé esperando que me agradeciera lo del barco. Algo así como: 'Yo te estoy dando mi barco, por lo menos agradécemelo'. ¡Vete a cagar! Él está en una fase a la que yo no he llegado y a la que no sé si seré capaz de llegar.

-Cuénteme, ¿usted cree que los ricos tienen más responsabilidad por el hecho de ser ricos?

-Creo que es obvio que el que no llega a fin de mes y no tiene con qué dar de comer a su hijo es difícil que sea solidario, con lo cual es evidente que los que tienen más deben dar más.

-¿Se compró otro barco?

-No, mi época de navegante ha terminado. Estoy muy bien en tierra.

-Leí por ahí que se planteaba subir al 'Astral' y ayudar.

-Sí, pero no lo he hecho. La excusa oficial es que acaba de nacer mi hija, pero la verdad es que soy un poco cobarde: si viendo un documental me pongo así, creo que si llego a ir voy a entrar directo en la cuarta fase.

-¿Realmente cree que podría hacerlo?

-Mire, a mí todo esto me ha cambiado, me sigue cambiando. Estoy evolucionando. Nunca estuve en la parte de no querer que me estropearan el chuletón, pero sí en la de simplemente dar limosna, las sobras. Era relativamente fácil. El barco ya fue una decisión más difícil. Estoy en una fase de gran movimiento y no creo que haya llegado al final.