Lejos de los argumentos que explican el desvanecer libio debido al vacío de seguridad y el ascenso del extremismo religioso en algunas regiones, la estabilidad se resiente de manera especial por razones vinculadas al control de los recursos energéticos, origen y consecuencia de luchas entre tribus. La herencia del dictador, Muammar el Gadafi, fue esta: atomización tribal, ausencia de instituciones e ingentes reservas de petróleo.

grupos étnicos / La actual guerra de Libia es civil y de marcado acento tribal por la gestión de los pozos petrolíferos y las refinerías. ¿Quiénes la protagonizan? Las fuerzas del general Jalifa Hafter y las de Faiez Serraj. Son los rostros políticos visibles de clanes enfrentados desde los tiempos de Gadafi. Desde el 2014, Hafter encabeza una operación de control territorial y por tanto económico que empezó en la región de la Cirenaica, al. Desde esta allí, ha cooptado voluntades de las tribus del sur del país, en Fezzan, como los toubous, y después de consolidar su hegemonía política y militar al este y al sur, orquestó una incursión en la tripolitana, al oeste. La zona, sin embargo, la controla Serraj y su élite tribal, los misratís, quienes acabaron con Gadafi.

Los leales de Serraj abortaron el proceso electoral del 2014 bajo el argumento de «corregir la Revolución del 17 de Febrero» (2011). Esta había permitido a los aliados del dictador continuar con buena parte de la explotación de los recursos energéticos sin que ello beneficiara al conjunto de la sociedad. La intervención de la ONU y su mediación para el acuerdo de paz alcanzado en Marruecos en el 2015 desembocaron en un gobierno de unidad no reconocido por Hafter. Todo acabó en saco roto cuando este preparó una ofensiva para hacerse con el control del país hace más de 10 meses. Su empoderamiento llegó con los apoyos financieros de EEUU, Rusia y de Emiratos Árabes. Tenía claro que ganaría hasta que Turquía se interpuso con sus mercenarios sirios.

negocio de las armas / La creación de milicias, tras la caída de Gadafi, como sustitutas de un ejército nacional que hubiera permitido sentar las bases de un nuevo Estado generó otro negocio: las armas. Las que entraron durante la intervención de la OTAN para derribar el régimen gadafista y las que siguieron llegaron, a través del Sahel, para apoyar militarmente a los centros de poder que se organizaron. El arma y el mercenariado han representado los nuevos oficios de los libios, llegando a asfixiar el país.

las migraciones / En lo que llevamos de año, al menos mil refugiados y migrantes han sido interceptados en el Mediterráneo. El número es insignificante al compararse con las miles de personas que cruzaron por Libia en los últimos años y que convirtió al país en el principal canal de la emigración clandestina y el más peligroso. Lo sigue siendo. El peligro no era tanto por el riesgo a naufragio, sino por la dimensión criminal y el negocio millonario a partir de la movilidad de personas. Los libios violaron los derechos humanos, expusieron a las mujeres a trabajos de esclavitud y a la explotación sexual. b. m.