Son muchas las aportaciones de Diego Ventura al toreo a caballo. Y en distintos aspectos: en los despachos, en la composición de carteles y ferias, en sus exigencias ganaderas… Pero, sobre todo, a nivel técnico y artístico. Ha alcanzado momentos difíciles de lograr y marcando enormes diferencias, con respecto al resto de compañeros: el temple, el ajuste, la intensidad… Y la invención.

En ese sentido, al César lo que es del César. Hay que atribuirle la aportación del par de banderillas a dos manos sin cabezada. Algo que ha logrado con la ayuda de un caballo idóneo para ello, Dólar, un valiente artista como pocos. Según el jinete sevillano se trata de una innovación propia. Tiene algún precedente, pero ningún otro lo realizó como Dólar, que se dirige de frente al toro, haciendo un aire de alta escuela como un passage o un tierra a tierra, para batir al pitón contrario y reunirse con el toro en el estribo. Simao, Ángel Peralta, Moreno Pidal o Pérez de Mendoza, que también pusieron pares sin cabezada, lo interpretaron con otros matices. Pero sin llegar a la perfección ni reunión que Ventura alcanza con este caballo, cuyo nombre ha pasado a la historia del arte de Marialva.

Dólar tiene ya casi diez años, edad en la que los equinos alcanzan la plena madurez. Este tordo, en fase blanca, es de pura raza Lusitano. Aunque tenga marcado el hierro de Ignacio Ramos, perteneció a la cuadra del también rejoneador portugués Rui Fernández. Ya de potro, cuando todavía tenía tres años, Diego Ventura adivinó sus cualidades y lo adquirió, convencido de que era el candidato ideal para realizar esa suerte que había visto otras veces y que él quería perfeccionar y poner en valor.

Un defecto hecho virtud

Dólar no era un caballo especialmente poderoso, condición que no fue defecto, sino que el rejoneador la convirtió en virtud. Al tener menos potencia, era clave para poder llevar a cabo esta maniobra, que requiere además un valor especial del animal para ir al toro por su propia voluntad. Al no llevar bocado, el jinete no puede alcanzar la reunión deseada y solo con la ayuda de las piernas es capaz de parar o hacer galopar al caballo.

La primera vez que lo puso en escena fue el año 2017, en la arena de Toledo. A partir de entonces, la compenetración Ventura-Dólar se ha convertido en todo un clásico, pese a que todos los astados no permiten ponerlo en práctica.