La Guardia Civil descubrió, hace unos días, una gran plantación de marihuana (1.250 plantas) camuflada en el interior de una granja de conejos de Càlig. Por lo que se ve, los delincuentes intentaban que el olor de los animales y de los piensos camuflara el desprendido por las plantas de marihuana, tan peculiar e intenso.

Rara es la semana que no leamos el descubrimiento por parte de las fuerzas de orden público de una plantación de marihuana. Y esto es así porque su consumo por parte de los adolescentes ha aumentado de manera exponencial. Se calcula que el porcentaje de adolescentes que fuma porros a diario se ha multiplicado por 6, siendo un 20% de los jóvenes los que lo hacen de forma abusiva (8-10 porros diarios). Dos razones explican estas tasas tan altas de consumo: la baja percepción de riesgo por parte de los jóvenes y la facilidad de adquisición. Así, su consumo se banaliza de tal forma que llega incluso a gozar de buena fama, sin advertir que fumar porros provoca que el sistema nervioso central sufra alteraciones en su estructura y conexiones neuronales por la introducción de sustancias exógenas como el cannabis. Y no solo se trata de pérdida de concentración y memoria, de deterioro cognitivo (asociado al fracaso escolar) y de la merma de reflejos, sino también del consabido síndrome amotivacional. Este cuadro se caracteriza por la pasividad, la apatía, la pérdida de ideales, de ambiciones personales y de espíritu de superación. Además, la alta concentración de tetrahidrocannabinol (THC) presente en la marihuana aumenta el riesgo de sufrir brotes psicóticos y, en casos de predisposición genética, esquizofrenia. Por si fuera poco, ante un consumo medio pueden darse ataques de ansiedad, trastornos de identidad e ideas paranoides. Para preocuparse.

*Psicólogo clínico

(www.carloshidalgo.es)