Loquillo cantaba aquello de «vivo en algún lugar… Mi calle tiene un oscuro bar…» y seguía «doy mi dirección al que brindo mi amistad. Mas al saberla no me quiere visitar…». Loquillo y los Trogloditas le cantaban en el 2001 a una calle con nombre, a un lugar identificado en el espacio de cualquier ciudad de España aunque, claro, aquellos eran otros tiempos… Tiempos de discrepancias pero de respeto y tolerancia. Tiempos pasados y añorados a la vista de lo que vivimos hoy: crispación, fractura social, intento de adoctrinamiento…

Lo que pretende hacer el gobierno de Amparo Marco cambiando el nombre de todas las calles de Castellón para que luzcan solo en valenciano es un punto y seguido en la hoja de ruta independentista de Compromís. Un paso más en la anhelada ruptura de quienes sueñan en los llamados Països Catalans. Y todo con la connivencia del PSOE y de la alcaldesa. Dicen que solo se limitan a aplicar la Llei d’Ús i Ensenyament en Valencià y yo les digo que lo que tienen que aplicar es el artículo sexto del título I de nuestro Estatuto de Autonomía en el que se dice que «el idioma valenciano es el oficial en la Comunitat Valenciana, al igual que lo es el castellano, que es el idioma oficial del Estado». ¿Qué necesidad tienen ahora de gastar el dinero de todos los castellonenses en volver a rotular las calles? ¿No hay cosas más importantes en qué invertir los impuestos de todos? Dicen desde el bipartito que no nos rasguemos las vestiduras, que todos los vecinos entienden perfectamente las dos lenguas y que no se generará ningún problema. ¿Debo entender entonces que los vecinos de la calle Tenerías saben perfectamente que a partir del año que viene vivirán en el carrer Adoberies y que eso no les supondrá ningún problema a los carteros o mensajeros a afectos de notificaciones oficiales? Una vez más, como cada semana, me gustaría estar equivocada.

*Portavoz del Grupo Municipal Popular Ayuntamiento Castellón