Cuando el periodista Vidal-Folch escribió un artículo con este título el 1 de agosto de 1992, poco podía imaginar que 25 años después, y tras las elecciones del pasado 21-D, estuviéramos como estamos.

Los resultados electorales dan para muchas lecturas. La primera sin duda es que tras casi 40 años de ausencia del Estado en Cataluña, es difícil que un bloque de partidos constitucionalistas pueda doblegar al bloque de partidos separatistas. El uso y abuso de los medios de comunicación y de la escuela por parte independentista, junto a la abdicación de responsabilidades de los diferentes gobiernos que ha tenido España, han resultado ser una combinación ineficaz para voltear en dos meses lo que se ha macerado durante años.

La segunda conclusión es que el catalanismo constitucionalista ha muerto. Ni el federalismo catalanista preconizado por el PSC, ni el patriotismo constitucional de ciudadanos libres e iguales ante la ley, propugnado por el Partido Popular, han recibido los suficientes apoyos.

Los dos partidos que más han creído en el encaje constitucional de Cataluña en España, cada uno desde ópticas diferentes: unos desde el federalismo asimétrico y otros desde la pluralidad y diversidad autonómica, han fracasado.

Los partidos que más esfuerzo han hecho por hallar espacios de cohesión social y nacional buscando esfuerzos para normalizar y prestigiar la lengua y cultura catalanas desde un perspectiva de lealtad al proyecto común español, con sus matices y sus disensiones, no han visto recompensados esos esfuerzos. No le echo la culpa a los catalanes, solo digo que no se ha visto recompensado. Quizás es que no se ha sabido tampoco explicar.

Frente a ese «encaje equilibrado» que en tiempos de turbación reclamó el historiador Vicens Vives, han triunfado los que entienden la defensa de su patrimonio cultural originario como anulación y exclusión de lo que se ha ido ampliando y acrisolando con el tiempo. Han triunfado los que han iniciado una deriva que no aspira a un nuevo modelo de Estado, sino a la destrucción del proyecto común de convivencia que tantos años y esfuerzos nos ha costado construir.

Al final no han sido los hechos los que les han convencido, sino la convicción de seguir perteneciendo a su tribu. A ‘ser o no ser de los nuestros’. De un bloque o del otro.

Porque la tercera conclusión de las elecciones es que los dos bloques se han radicalizado. Ciudadanos no solo ha sido receptor de un voto útil, sino de un voto identitario, que a la larga puede no ser ni tan moderno, ni tan abierto y tolerante como algunos piensan. Quizás es la lógica tribal la que también se ha impuesto en el llamado bloque constitucionalista.

Todos deberíamos preguntarnos por qué han triunfado los que llevan años construyendo enemigos en lugar de los que llevan años intentando construir puentes, eso sí, sin mucho éxito.

*Vicepresidente de la Diputación Provincial de Castellón