Alos arquitectos nos gusta publicar fotos sin gente. Bellas edificaciones imponentes donde no estorben los detalles. Solemnes interiores vacíos. Donde la composición no quede enturbiada por el paseante intruso. Pero luego es la gente la que va a vivir --¿sufrir?-- allí dentro. Y la que va a tener que aguantar ese edificio en la calle durante décadas. Hay dos formas radicales de entender que es la ciudad: piedras o gente. Es decir, su morfología, sus edificaciones y espacios públicos. O por el contrario, los habitantes que la han ido conformando y le dan vida. Obviamente, la ciudad surge de la conjunción de ambas perspectivas, pero debería quedar clara cuál es la prioridad.

Son los ciudadanos los que han erigido las ciudades, no los edificios a la gente. Escenario versus vital carnalidad. Lo explica muy bien el libro Bilbao , la gente, donde se repasa, a través de testimonios personales, cómo cada metro cuadrado de ciudad ha sido campo de juego ciudadano desde que llegó la democracia. Como dice el autor, Mikel Toral , «la ciudad es su gente y la gente puede cambiar las cosas», y las casas, podríamos añadir.

Bilbao, Barcelona, Madrid... hermanadas en la belleza arquitectónica, pero sobre todo pugnando por ser ciudades humanas, valga la redundante idiotez, pues a nadie se le ocurriría llamar ciudad a un conjunto de construcciones vacías, por muy bellas que fueran. Acabemos con William Shakespeare : «¿Qué es la ciudad sino la gente?». H

*Arquitecto