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Estos días hemos hecho referencia las cuentas de la Seguridad Social. Lo que gastan la Administración central y las autonómicas son objeto de mayor escrutinio, pero la evolución de los ingresos y gastos del sistema contributivo y de pensiones que gestiona la Seguridad Social pasa más desapercibido. Las cuentas del Gobierno han carecido de un realismo que nos ha llevado a un déficit del 5,1% en el 2015, frente al 4,2% previsto, las de la Seguridad Social no han sido una excepción: ante una previsión de ingresos de 109.833 millones, la desviación fue de menos 9.300 millones, un 8,44%. El Gobierno se ha gastado la mitad de la hucha de las pensiones y ha hecho unas previsiones irreales para el 2016.

Viendo venir el golpe, Cristóbal Montoro ha concedido un margen de déficit para este año del 1,1% para la Seguridad Social, que triplica el del año anterior. Hay hechos poco discutibles: los salarios han bajado y los nuevos son menores, con lo que las cotizaciones se reducen aunque aumente el empleo; las pensiones se incrementan porque quienes se jubilan han cotizado más, y las exenciones a las empresas restan recursos. Ante este panorama, el nuevo Gobierno ha de olvidarse de malabarismos contables y debe abordar el sistema de pensiones para hacerlo sostenible.