Desobediencia, sí; rebelión, no. Las defensas de los líderes del procés que son juzgados en el Tribunal Supremo empezaron ayer a presentar sus argumentos contra la acusaciones de la Fiscalía, la Abogacía del Estado y el partido ultraderechista Vox. Con estilos y enfoques diferentes dadas las diferencias entre sus clientes, Andreu Van den Eynde (abogado de Oriol Junqueras y Raül Romeva), Jordi Pina (defensor de Jordi Sànchez, Jordi Turull y Josep Rull), Javier Melero (responsable de la defensa de Joaquim Forn) y Josep Riba (abogado de Carles Mundó) coincidieron en descartar de plano las acusaciones de rebelión y sedición haciendo hincapié en el que sin duda es el principal punto de controversia del argumentario de las acusaciones: la más que discutible existencia de una violencia que encaje en el delito de rebelión tal y como está en el Código Penal. «Indignación no es violencia» y «se está confundiendo la desobediencia con la rebelión», manifestó Van de Eynde en dos momentos de su intervención.

Con más menos énfasis, las defensas admitieron que los líderes del procés pudieron haber cometido delitos de desobediencia al Tribunal Constitucional.

Pero al margen de la violencia, los abogados dibujaron en defensa de sus clientes un escenario que desmiente el discurso del independentismo aquel otoño del 2017 y que en gran medida persiste hoy. No hubo declaración de independencia. Estas afirmaciones tienen profundas implicaciones políticas, pero no es el TS donde deben dirimirse. Ahora tan solo cabe que los jueces dicten sentencia de forma justa.