De la misma forma que Darwin hizo caer los frutos de la razón sobre el suelo de la especulación, nuestro sistema democrático se ha revelado como un modelo de fortaleza y de unión. Aquella Constitución que nació después de tanta amargura concentrada en la memoria se ha demostrado como la principal herramienta de la razón, del sentido común.

Siempre se ha cuestionado que la Transición fue como pintar una ralla en el suelo y olvidar las heridas. Pero el rencor no sirve de nada, salvo para generar infelicidad. Y los españoles han demostrado su grado de madurez, de responsabilidad, de conciliación y concordia y nuestra Carta Magna ha sido el cicatrizante más reparador.

El sainete que se ha producido en Cataluña ha sido un desafío sin precedentes. Unos personajes irresponsables y casi siniestros han querido usar algo tan sagrado como es la representación pública para infringir un golpe de Estado, poner a toda una sociedad a los pies de los caballos. La radicalidad no entiende de mayorías, ni de respeto hacia el oponente.

Los separatistas han querido romper la unidad no sólo de un país, sino imponer un sinsentido. Seria un motivo de hilaridad si no fuera por la gravedad del asunto. El nacionalismo más radical en Cataluña ha devastado la paz en su comunidad, ha puesto en peligro el autogobierno por el que tanto se ha luchado en España, ha causado una fuga de empresas sin precedentes. Una crisis territorial, social y económica para, después, huir de forma cobarde.

Los dirigentes de este delirio han querido llevar a un pueblo al abismo y llevan décadas trabajando para ello. Como no han encontrado el apoyo de la mayoría, han decidido crear este absurdo e imponer unas ideas a la fuerza para luego escapar por las alcantarillas, traicionando hasta a sí mismos y lo que dicen que defienden.

Lo que no esperaban los golpistas era encontrarse con la fortaleza de nuestra Constitución, con la madurez de los españoles y de los catalanes que han dicho basta. Que confían en la Ley, que duermen tranquilos por las noches gracias al Estado de Derecho, gracias a las Fuerzas y Seguridad del Estado.

En España pisamos sobre una mina de oro. En todas las familias tenemos héroes anónimos que han luchado por las libertades, que han peleado por tener una democracia sólida, por poder elegir a quien nos represente. Y la mayor muestra de libertad, de sentido de Estado y de democracia es que podemos votar, como pasará en Cataluña en las próximas semanas.

La historia juzgará este capítulo como uno de los más vergonzosos de nuestra democracia reciente. Y la crisis social abierta tardará tiempo en cicatrizar hasta que se comprenda que dentro del marco legal se puede lograr y defender cualquier idea. Pero dentro de lo malo, lograremos sacar una lección ejemplar: de la misma forma que Darwin abrió los ojos a la humanidad, la salud de nuestra Constitución es de hierro.

*Presidente de la Diputación de Castellón