En el centro del Corpus Christi, que celebramos este domingo, está la Eucaristía, que «contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua y Pan de Vida». La Eucaristía es vital para la Iglesia; es la fuente de la que nos nutrimos y la cima a la que caminamos para vivir de modo que el amor de Dios, ofrecido en Cristo, llegue a todos. Sin Eucaristía no hay Iglesia; y sin Iglesia y sin sacerdotes no hay Eucaristía. Por ello damos gracias a Dios por el don de dos nuevos sacerdotes, el próximo sábado.

Dios ha prometido que no faltarán pastores a su Iglesia: «Os daré pastores según mi corazón» (Jr 3,15). Y el ‘corazón’ de Dios se nos ha revelado en el Corazón de Cristo, el Buen Pastor; un Corazón que sigue teniendo compasión de las muchedumbres y dándoles el pan de la verdad, del amor y de la vida (cf. Mc 6, 30 ss.), y desea palpitar en los corazones de los sacerdotes para que sean pastores en su nombre y persona (cf. PDV 82). Jesús es el Buen Pastor (cf. Jn 10, 11) que cuida a sus ovejas y las conoce, que se gasta, desgasta hasta dar su vida por sus ovejas en la Cruz. El Buen Pastor llama a los sacerdotes para cuidar en su nombre a sus ovejas, darles buenos pastos y llevarlas a fuentes de aguas limpias, curarles sus heridas, estar a su lado y acompañarlas. Los sacerdotes somos elegidos, ungidos y enviados para ser pastores y guías del Pueblo de Dios en nombre y representación del buen Pastor. Por ello hemos de ser transparencia cabal de Jesús; esto pide dejarse configurar por el Corazón del buen Pastor y tener sus mismos sentimientos.

Entre otras muchas cosas, el Corazón de Jesús es agradecido, que gracias al Padre; es misericordioso que acoge, escucha y perdona los pecados como el Padre Dios; es compasivo ante el dolor y el sufrimiento de la enfermedad, la marginación o cualquier forma de pobreza material y espiritual; y es un corazón que vive la propia misión desde el Padre Celeste y desde el pueblo. La caridad de sus gestos nunca está separada del silencio y de la oración, del cultivo de su íntimo diálogo con Dios Padre. El sacerdote es aquel que «habita» entre el Señor a quien ha consagrado la vida y el pueblo al que ha sido llamado a servir. Cercana la fiesta del sagrado Corazón de Jesús, Jornada de oración por la santificación de los sacerdotes, pidamos para que sean pastores según su Corazón.

*Obispo de Segorbe-Castellón