El día 2 de febrero es la fiesta de la Presentación de Jesús en el templo, la fiesta de las Candelas. En Navidad hemos celebrado el amor de Dios, que se hace hombre para hacernos partícipes de su amor y de su vida.

La escena evangélica de la Presentación (cf. Lc 2, 22-40) presenta los encuentros de Jesús con el anciano Simeón, que representa la espera fiel de Israel y el júbilo por el cumplimiento de las antiguas promesas, y con la anciana profetisa Ana, que, al ver al Niño, exulta de alegría y alaba a Dios. Recordando la escena los cristianos iremos gozosos en la celebración de este día al encuentro del Señor con cirios encendidos, símbolo de la luz de la fe y de la nueva vida, recibidas en el bautismo. Jesús viene a nuestro encuentro y nosotros deseamos encontrarnos de nuevo con él.

En la escena de la Presentación podemos ver también el inicio de la vida consagrada. Por ello en esta fiesta celebramos la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, en la que recordamos a los monjes y las monjas de vida contemplativa, a los religiosos y las religiosas de vida activa y a todas aquellas otras personas consagradas que viven en el mundo. Todos ellos están llamados a ser hombres y mujeres del encuentro con Dios en Cristo. Su vida consagrada es la respuesta a este encuentro personal. La vocación de consagración a Dios no surge de un proyecto humano sino de una llamada y gracia de Dios que alcanza a la persona en este encuentro con el amor de Dios en Cristo que cambia su vida. Quien ha sido tocado y se deja tocar cada día por el amor de Dios está cercano a los problemas de la gente, sale a las periferias geográficas y existenciales y tiene en el corazón una viva inquietud y un deseo de llevarlo a los demás. Esta jornada es una ocasión para promover el conocimiento y la estima de la vida consagrada, para orar por todas ellas para que mantengan viva la grandeza del don recibido.

*Obispo de Segorbe-Castellón