Querido lector:
El malestar creado entre los empresarios, principalmente del azulejo, por parte del conseller de Hacienda Vicent Soler en su reciente visita a Castellón me ha recordado a la avinagrada espantá protagonizada por el entonces ministro de Industria José Soria en la primera edición de la feria Cevisama con gobierno popular, allá por el 2012, donde literalmente huyó para no reunirse con los representantes del sector industrial castellonense.
El símil no es porque el conseller Soler no encarara a los empresarios, todo lo contrario, ofreció un verdadera perorata enladrillada ante el sector cerámico --aunque todo sea dicho, para él y para el sector hubiera sido mejor no haberla pronunciado--, sino que la comparativa viene a cuento porque como conclusión su intervención fue casi peor que la huida del entonces ministro.
Demostró obviedad en su análisis y datos del sector, evidenciando que no es un experto, pero sobre todo creó un profundo malestar, primero por señalar que la Generalitat no tiene un duro y que por tanto no puede dotar de contenido presupuestario a ayudas a la reindustrialización o a la promoción de la cerámica. Y en segundo lugar, por reprochar al empresariado su falta de protesta, de reivindicación o de comunión con la Generalitat a la hora de exigir al Gobierno central una mejor financiación para la Comunitat Valenciana.
Quiero creer que erró involuntariamente en las formas y que el mensaje que quería trasladar era precisamente la petición expresa del Consell para que se unieran a esa reivindicación, clave para el funcionamiento de la administración pública valenciana y eje principal de la política del president Ximo Puig desde que inició su mandato.
Quiero creerlo porque si algo ha demostrado el sector empresarial castellonense, cerámico y no cerámico, es su reivindicación constante frente a la discriminación histórica en inversiones y financiación que ha sufrido y sufre esta provincia.
El conseller Soler debería consultar hemerotecas o preguntar... y no hablar de oídas o con prejuicios.
