Ya tiene lo que tanto anhelaba Pedro Sánchez: La Moncloa y el Falcón ya que, por fin, ha conseguido ser investido presidente, eso sí, después de 18 meses, dos procesos electorales, tres intentos con concesiones y un futuro incierto sobre la estabilidad del país que pretende gobernar, España.

Un presidente que lo es, a costa de no sabemos qué, tras el espectáculo bochornoso de ser investido gracias a la izquierda más trasnochada, radical y populista; a unos independentistas catalanes a quienes les «importa un comino la gobernabilidad de España» y gracias a una izquierda abertzale que pretende ahora blanquear su trágico pasado, sin olvidar a un PNV que, entre todo este caos, ve la puerta abierta para recuperar reivindicaciones pasadas. Entre todos, forman la amalgama de lo que pretenden hacerse llamar gobierno progresista, cuando son la de un gobierno formado por la extrema izquierda más radical.

Pedro Sánchez sigue siendo presidente gracias a los mismos que hace un año y medio le dieron la llave a cambio de echar al Partido Popular, con la diferencia de que hoy, aquellos que le entregaron el país a cambio de nada, hoy le recuerdan que debe claudicar, porque su fortaleza aumenta con la debilidad de un PSOE desnortado y un presidente aferrado al puesto cuya forma de sobrevivir es su enorme arrogancia con la que va a pretender engañar hasta sus propios socios.

Podrá engañar a quien se deje engañar, pero un sillón no justifica los medios. Y sino que se lo digan a los familiares de las más de 800 personas asesinadas por la banda terrorista ETA que tienen que soportar los abrazos y risas con su socio Otegui.

Presidente, espero que no se cumplan sus vaticinios y pueda descansar, aunque sea durmiendo con su enemigo, después de repetirnos hasta la saciedad que le sería imposible conciliar el sueño teniendo de socio de Gobierno a Pablo Iglesias. Anteayer, sin ir más lejos y pensando en voz alta, hasta nuestro Rey le predijo que el dolor le viene ahora. Imagino que al tenerlo enfrente, viéndole prometer su cargo le acudiría a la mente, como a muchos españoles estos días, su cara de indiferencia y su silencio cómplice, mientras sus socios proferían ataques a la figura del Rey y la Constitución. Le auguro muchas noches de insomnio, presidente, porque no hay colchón que soporte la conciencia de la traición.

*Alcaldesa de Benicàssim