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La CUP se pronunció finalmente por vetar a Artur Mas como nuevo presidente de la Generalitat catalana. Se trata, sí, de un veto por muchos ornamentos que se le pongan, ya que, después de tres meses de conversaciones, planes de choque, procesos constituyentes y declaraciones de ruptura con el Estado, lo que al final votó ayer el consejo político de la CUP fue sí o no a Mas. Es decir, el qué, el cómo y el cuándo quedaron relegados al quién. Y la organización anticapitalista decidió que el quién no podía ser Mas, como había defendido durante la campaña y la misma noche electoral. En este sentido, la decisión es coherente, aunque los tres meses de desgaste deja dividida a la CUP.

Pese a que sus portavoces se esforzaron ayer en trasladar de nuevo la pelota al terreno de Junts pel Sí (JxSí), pidiendo un cambio de candidato, todo indica que no se va a producir y que ni siquiera se celebrará otro pleno de investidura, por lo que habrá elecciones en marzo. La CUP insistió en que la alternativa de Mas o elecciones no era la suya, pero que se ha visto obligada a entrar en el juego porque JxSí no había planteado otro candidato. En efecto, a la cita electoral se llega no solo por la decisión de la CUP, sino porque Mas, pese a ir de cuarto en la lista, nunca se apartó de la candidatura a president.