Querido lector:

José Vicente González, el presidente de la patronal valenciana Cierval, lo tiene claro. Las deudas y los problemas legales de las patronales alicantina y castellonense que junto a la CEV valenciana sostienen la patronal autonómica, le han venido al pelo para preparar su particular golpe de estado. Con el argumento de que lastran su poder, hacen peligrar la economía de la organización autonómica y le hacen perder peso político y de interlocución frente a otras organizaciones o lobis empresariales en la Comunitat, ha programado ya su práctica ¿desaparición?

No lo dice así de claro, pero sí ha abierto la caja de los truenos al proponer la reforma de los estatutos de la patronal autonómica para que asociaciones sectoriales y empresas individuales de toda la Comunitat puedan adherirse directamente a Cierval y, de este modo, contribuir a su mantenimiento que no garantizan en estos momentos las confederaciones provinciales fundadoras, léase la CEC, la confederación castellonense que preside José Roca y Coepa, la patronal alicantina.

O lo que es lo mismo. Quiere iniciar el proceso para que las empresas castellonenses, valencianas y alicantinas pasen de sus patronales provinciales, no abonen sus cuotas de adhesión a ellas, sino que lo hagan a la patronal autonómica Cierval, lo que supondría, claro está, la automática muerte de la CEC castellonense, en estos momentos con una deuda de 200.000 euros para provisión de fondos por sus problemas judiciales, y de la Coepa alicantina ya en concurso de acreedores.

González, que lleva más de un año sin adoptar medidas para que la situación madure, cuenta para su particular golpe de estado centralista con el apoyo del presidente de la CEV valenciana, Salvador Navarro, la provincial más saneada de las tres y que instiga día sí, día también, a reformar Cierval, bien en la forma adoptada ahora o bien ganando más peso Valencia.

No sé qué reacción se producirá en el tejido empresarial castellonense. Lo que sí sé es que los actuales dirigentes de la patronal de Castellón están atados de pies y manos, y la propia patronal, sin ultimar su prometida renovación de liderazgo.