La escuela es una de las graves damnificadas de la crisis sanitaria provocada por el covid-19. Lo de menos es que el curso acabó en el pasado mes de marzo. Lo grave, lo dañino, es el discurso que en muchos casos las autoridades y sus decisiones han transmitido a la ciudadanía. Ninguna administración ha considerado la educación como un servicio esencial. Es un pilar del Estado del Bienestar del que se puede prescindir durante un trimestre entero, aumentando la brecha entre la escuela privada y la pública, entre las familias con más medios económicos (y, por tanto, con más capacidad para teletrabajar y cuidar/educar a niños en confinamiento) y las de menos. No se ha planteado una inversión excepcional, ocupar otros espacios, contratar a más profesores, hacer todos los esfuerzos necesarios y más para acabar el curso de verdad, no este autoengaño de terminar la evaluación on line a base de deberes y encuentros en Zoom.

Desde las administraciones se ha avalado la idea de la escuela como aparcaniños, cuya función si no primordial sí muy importante es permitir que los padres puedan ir cada día a trabajar. También se ha desdeñado la importancia del grupo, básico en los nuevos modelos pedagógicos que se plantean la educación no como una mera absorción de conocimientos, sino como un desarrollo de capacidades.

Se han entronizado los deberes, el trabajo en casa y las clases magistrales en streaming como sinónimo de educación on line, desdeñando los proyectos, el trabajo en equipo, el desarrollo de las inteligencias múltiples. El patio ha pasado a ser visto como un espacio superfluo, un peligro, y el comedor, un riesgo, cuando de ese menú (muchas veces becado) depende la nutrición de miles de niños en España.

¿Es posible que alguien conciba que en el próximo otoño la sanidad, los bomberos y la policía no se refuercen ante el coronavirus? ¿Es posible que alguien piense que dentro de unos meses la atención sanitaria será la misma que antes de la pandemia? La respuesta es que no, porque son servicios esenciales. En cambio, ya se nos advierten de un curso parcialmente on line. Es decir: recortado, individualista, desigual, tradicionalista. O dicho de otra manera, más de lo mismo.

Todo parece indicar que el curso que previsiblemente arrancará el próximo mes de septiembre será, en lo básico, igual que los anteriores. Con algunos protocolos de seguridad, eso sí, pero poco más. Esta pandemia no habrá servido para replantear un nuevo modelo de educación que avance hacia una escuela mucho más moderna. Una educación en la que seguirán primando los deberes, los exámenes al final de cada tema y las clases mucho más teóricas que prácticas. Una educación en la que seguirán faltando medios, tanto humanos como materiales. Más de lo mismo.