Querido lector/a, confieso que he sido una persona que siempre he mirado con interés lo que dicen y hacen los sindicatos de los trabajadores. Posiblemente, imagino, porque tuve la suerte de nacer en una casa donde el padre trabajaba en la fabrica Segarra de la Vall d’Uixo y tenia una gran y maravillosa conciencia de clase que le obligaba a sentirse comprometido con su futuro y con el de sus compañeros. Por eso, la preocupación por lo humano y las reivindicaciones obreras con sus conquistas y derrotas, fueron, por decirlo de alguna manera, el pan mío de cada día, la mejor herencia. Por cierto, después, con el paso del tiempo y preocupado por la evolución social, leí, me enteré, comprendí, el importante papel de los sindicatos en los últimos 200 años de historia. Tanto es así que hasta las constituciones democráticas, entre ellas la española, los reconocen como piezas clave para la defensa y la promoción de los intereses económicos y sociales de los trabajadores. Incluso, desde una perspectiva de izquierdas, es evidente que son los aliados necesarios de las fuerzas políticas de izquierda para cambiar el modelo económico y social neoliberal que nos invade. En última instancia, también existe quien reconoce el valor de los sindicatos de los trabajadores afirmando que la izquierda no es solo un movimiento político.

Por cierto, todo esto viene a cuento porque me he vuelto a encontrar y enamorar con los sindicatos, cuando estos días veo que CCOO y UGT hacen una rueda de prensa para exigir del gobierno y de los empresarios que se retome la agenda social y laboral (que ha quedado aparcada y olvidada como consecuencia de lo de Cataluña) y se empiece hablar de los problemas esenciales, cotidianos y de la mayoría que, como el paro, la desigualdad, el empleo, los Presupuestos del Estado y las inversiones públicas, etc. Repito, confieso que siempre me interese por lo que dicen y hacen los sindicatos.

*Experto en extranjería