Hoy en día hay más posibilidades para que se estudie pero más ignorancia por la inutilidad de los datos que los estudiantes llevan en la cabeza sin saber que quieren decir y la razón. Tenemos un ejemplo claro en la historia, que a veces recuerda la revista del corazón con tanta batalla: me caso con ella y él con aquella, tomo esta tierra y luego la pierdo pero luego acuerdo con otros y tomo esas otras, en fin… Por favor, la clase de historia no debe convertirse en repetir como un loro las fechas, ya que no son nada y se olvidan con facilidad. En lugar de eso, hay que tomar periodos de la historia y hacerlos atractivos a la mente con una presentación de ropa, deportes, niños, reyes, soldados, políticos, marineros, barcos, perros... En pocas palabras, la historia de la gente, no los sucesos.

Estoy de acuerdo con lo que dijo uno de los recientemente premiados Príncipe de Asturias, sociólogo francés y uno de los máximos representante del pensamiento europeo Alain Touraine: «Los culpables de lo que pasa en educación no son los maestros, es el sistema». El profesor habilidoso, autodidacta y con coraje sobrevive; como dice Margaret Mead: «Lo más extraordinario de un maestro realmente bueno es que va más allá de los métodos educativos aceptados». La mayoría de los maestros reconocen que en la carrera no se enseña a cómo enseñar ni a cómo estudiar. No le han enseñado las razones de por qué un estudiante se duerme, se aburre, se inquieta, etc.

La falta de una tecnología funcional dentro del sistema que ofrezca al estudiante un manual para saber cómo estudiar y al maestro otro de cómo enseñar, entorpece, derrocha y empobrece. Una metodología de estudios le daría las herramientas para hacer de un estudio algo individual, a una clase no se le puede llamar estudio, tal vez conferencia. A este punto, el Ministerio que ahora quiere dar paso a una nueva reforma porque si no se perderían 615 millones de euros provenientes de fondos europeos. Debería de dejar a un lado soluciones que son otro problemas más y buscar y/o abrirse a otras soluciones que no sean solo burocráticas.

No es de extrañar que ya hayan más de 4.000 familias que no quieren llevar a la escuela a sus hijos y educarlos en casa. Por cierto, medida legal en casi todos los países europeos menos en España. Como dice Frederic Bastiat: «El Estado no debe enseñar, sino que debe permitir enseñar. Todos los monopolios son detestables, pero el peor de todos es el monopolio de la Educación». Así, el Estado debería comenzar a dejar de monopolizar la educación y devolver a los padres el derecho a educar a sus hijos fuera del sistema si lo desean. ¿Por qué un padre debe de estar obligado a llevar a su hijo a una escuela donde se imparte un sistema educativo que no funciona? ¿Por qué tiene que estar obligado a hacerle pasar por esa experiencia a su hijo si desea ofrecerle una educación de la manera que considere mejor para su hijo, y a su ritmo? El artículo 26 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y la Constitución española deja claro que la educación es un derecho, se reconoce la libertad de enseñanza y que los padres pueden escoger lo que sus hijos deben aprender. ¿Quién no está respetando este artículo?

Estoy de acuerdo con el repaso en casa de lo que se ha estudiado en el día o lo óptimo: de aplicar en la vida lo que se ha estudiado. E incluso en practicar la lectura diaria, siempre y cuando se sepa cómo leer o estudiar. Pero si el estudiante dejó de ejercer su deber principal, tal como se define lo que es un estudiante, creo que los deberes hoy en día es una continuidad de la clase fuera de clase y tristemente muchas veces se convierte, además, en una clase para los padres prácticamente obligados a ayudar a sus hijos a hacerlos dado que muchas veces estos son incapaces ni de entender que les piden hacer.

*Escritor y director del Centro de Estudios ACE (www.rogeliolopezgarrido.com)