Querido/a lector/a, he leído que el obispo de Castelló, pero también otros miembros de la Conferencia Episcopal, han escrito una carta en la que piden a sus feligreses y, en la medida que pública, al conjunto de la sociedad, que no se queden quietos ni mudos ante algunas de las políticas que, según ellos, aprobará el Gobierno del PSOE-UP y atentarán contra la dignidad de las personas y el bien común de la sociedad. Carta, o casi llamada a la rebelión, que imagino tiene que ver con la posibilidad de que se regule la eutanasia, obligue a pagar el IBI a los locales de la iglesia sin culto, revise las últimas inmatriculaciones de bienes que se ha apropiado...

La verdad es que están en su derecho. Pero el problema, que existe, y de ahí imagino las críticas que reciben, aparece cuando no quieren aceptar el cambio de la realidad política y social, y se comportan como en la época del nacionalcatolicismo. Un tiempo en el que el franquismo, y por ser la iglesia colaboradora necesaria, le permitió una práctica que se caracteriza por tener el monopolio de la moral, imponerla a todos y, a la vez, controlar la educación, los valores… y otras tantas parcelas.

Por lo tanto, todo indica que no quieren aceptar, porque tontos no son, que la religión y la moral son hechos plurales y que, el Gobierno, el que sea en democracia, no puede ni debe imponer una religión o una determinada moralidad. Su papel, el del Gobierno, es el de asegurar un marco en el que pueda convivir toda esa pluralidad. El de reconocer, en un mundo nuevo y cambiante, las nuevas convicciones que tienen un amplio consenso social. ¿Te imaginas que por respeto a la iglesia no se hubiese aprobado la Ley del Divorcio? ¿Ese era el camino? H

*Analista político