Ahora hace justo un mes participé en una mesa redonda sobre Transparencia y buen gobierno en los ayuntamientos en la UJI. La verdad es que creo que al inicio de la charla desvarié un poco, divagando en si la política era una ciencia perversa o una ciencia que pervertía a los que la practicaban, a los ciudadanos/políticos.

Expuse durante la jornada que la ambición para mejorar la sociedad del ciudadano/político o la ambición, de algunos, para mejorar su propio estatus de ciudadano/político hacían que en muchos casos acabara primando la voluntad de mantener el poder sobre la voluntad de mejorar la sociedad.

¿Se puede mejorar la sociedad desde el poder? Por supuesto sí. ¿Se puede mejorar la sociedad desde la oposición? También, pero la preferencia el ciudadano/político es clara, estar en el poder para poder llevar adelante sus proyectos.

Y aquí es donde el ciudadano/político corre el riesgo de perder sus principios por mantener el poder y así mejorar la sociedad y/o su status.

No quiero hacer leña del árbol caído en el caso de Manel Martinez. Está claro que su comportamiento no ha sido adecuado (por decirlo suavemente) y su dimisión, aunque correcta, no justifica ese comportamiento.

EL CASO DE MANEL, doloroso, por lo cerca, físicamente, que nos afecta también demuestra claramente que estos comportamientos no son solo de un solo partido ni algo del pasado. Son comportamientos propios de ciudadanos que son los que se convierten en ciudadanos/políticos y en el país de la picaresca, en el país del Lazarillo de Tormes, demasiado comunes.

Comportamientos que hacen un flaco favor a la democracia. Ningún ciudadano/político que se precie puede defender este comportamiento ni tampoco justificar miles imputados con resultados pasados.

Pero también quiero decir, para tranquilidad del ciudadano y de advertencia hacia mi propia persona, hacia mi perversión política, que la democracia tiene dos armas maravillosas para luchar contra estos comportamientos, las urnas y la justicia, que más tarde o más pronto reconducen siempre la situación. Las urnas son la voz del ciudadano, el altavoz de sus quejas y una justicia rápida e independiente es la mejor defensa de la democracia.

*Alcalde de Moncofa