A imagen y semejanza de lo que ocurrió en la apertura del cónclave socialista valenciano, que ha servido para proclamar a Ximo Puig al frente del PSPV, Susana Díaz y Pedro Sánchez clausuraron ayer el congreso del PSOE andaluz con buenas palabras y llamamientos a la unidad, pero también con alusiones que reflejan que la división del partido sigue viva y que los deseos de entendimiento no son más que una tregua en espera de lo que deparen las próximas elecciones. Esa tregua entre los dos adversarios en las pasadas primarias tiene el plazo de dos años, hasta las autonómicas del 2019, para las que Sánchez prometió apoyar a Díaz, mientras que críticos con el sanchismo, concentrados en el PSOE-A y agazapados en otros territorios en torno al liderazgo de Díaz, esperarán los resultados de las generales para reanudar y retomar la ofensiva contra el actual líder de la formación.

La división se centra sobre todo en el modelo territorial. Mientras que Sánchez defiende la plurinacionalidad y España como «nación de naciones» en un mensaje que Puig comparte pero que lleva a su terreno para reivindicar una mejor financiación, Díaz y el socialismo andaluz no aceptan ir un paso más allá de la España federal. Los escasos sanchistas andaluces representados en el congreso no lograron introducir el término plurinacional en ningún documento y quedaron excluidos de la ejecutiva, como hizo Sánchez con los susanistas en la dirección federal. En Elx, en cambio, los valencianos no han tenido problemas en asumir ese modelo que propone Sánchez. Díaz sí conminó a este a que no la obligara a elegir entre la lealtad a Andalucía y la lealtad al partido, y volvió a reivindicar la «igualdad de los territorios», como ya hizo el sábado al asegurar que los socialistas

«nunca fuimos nacionalistas». Lo que los sanchistas niegan porque reprochan a Díaz llevar a la práctica un «nacionalismo andaluz».

La apuesta plurinacional de Sánchez necesita concreción, desarrollo político y voluntad de llevarla a cabo, pero camina en la buena dirección de perder el miedo a las palabras y a las realidades. En este sentido, sorprende la oposición que suscita cuando explícitamente no cuestiona la soberanía del pueblo español en su conjunto. Lo mismo se puede decir de su fórmula para resolver el manido conflicto catalán -ley y política-, que el madrileño volvió a defender tanto en el congreso valenciano como en el andaluz este fin de semana.