Las elecciones en EEUU dan cuenta del estado de ánimo del mundo. Surfeamos una ola sin océano debajo. Vivimos y transitamos entre el post todo y la pre nada. Que el presidente de la primera potencia del mundo convierta la fiesta de la democracia en un circo de tercera, marca el listón de la patología. Muy grave.

Cierto que nos hemos acostumbrado a su impostura crónica pero cuesta digerir que más de 70 millones de homo sapiens todavía le hayan reído las gracias. Las gracias y también los alarmantes desafíos a todos los valores de la democracia. Pero felizmente no repetirá. No lo hará y la humanidad entera respirará algo más aliviada.

Su derrota no constituirá probablemente la solución de los grandes problemas que asedian al mundo. Pero, al menos, no parece aventurado afirmar que nos sacudimos de encima una carga retardataria e incómoda que lastraba toda posibilidad de avance. No olvidemos tampoco que Trump , con sus guerras comerciales, lesionaba directamente nuestros intereses como país.

Trump era un caballo de Troya en un sistema que, sin duda, ya estaba herido. Un sistema que necesitaba y necesita de liderazgos cabales en un mundo desnortado. Otro tipo de liderazgos éticos que afronten la verdadera agenda pendiente. A saber, los objetivos del Milenio, la descarbonización de la economía, los retos de la cuarta revolución industrial y una nueva arquitectura de gobernanza multilateral global. Trump era el troyano. El gran troyano que fijó otro rumbo. El contrario.

Por destruir, destruyó incluso las reglas del intercambio comercial sin cartas marcadas (algunos le llamaban mercado libre), reconstruyendo prácticas proteccionistas a golpe de bravuconadas no exentas de barnices racistas. Dinamitó todos los puentes con la Europa de los valores ilustrados. Fue, cual primo de Zumosol, el único amparo del Brexit. Amigo de todos los muros y fronteras, físicas y humanas. Solo supo reconciliarse y entenderse con Kim Jong-un .

Sí, fue el troyano que necesitaban todos los populismos fascistoides del mundo. Ese aire de familia con el Ku Klux Klan y todo tipo de causas rancias, supremacistas y excluyentes, le invalidan para cualquier indulgencia sobre su paso por la política. No ha sido un heterodoxo en rebeldía contra la casta de Washington o el establishment . Ha sido un descomunal fabricante de mentiras. Un tipo que destilaba estrategias de odio y división para alcanzar réditos. Fue la esperanza para todas las momias que vivían agazapadas esperando el día de la bestia. Fue el troyano o, mejor dicho, quiso ser el troyano, necesario y útil, para dar marcha atrás hacia ninguna parte. Ese era su proyecto. Un reality show. Su programa The Celebrity Apprentice y su célebre: «Estás despedido». Pues eso, Donald, estás despedido. Ahora te toca a ti. En España tenemos un longevo programa más edificante y decoroso que el tuyo, llamado Saber y Ganar . Pues eso, usted no supo ni ganar ni sabe perder. Quiso ser un troyano al servicio de la intolerancia y el odio. Lo habrá sido solo 4 años. Me parecieron una eternidad. H

*Doctor en Filosofía