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La reciente masacre de Orlando ha devuelto la cuestión de la homofobia al primer plano en un momento que coincide con las celebraciones en EEUU del Orgullo Gay. De nuevo se vivirá una jornada festivo-reivindicativa del colectivo que engloba a gais, lesbianas, transexuales y bisexuales. Y es que como recuerda un veterano activista del movimiento, Armand de Fluvià, la lucha continúa aunque el entorno sea muy diferente al que él combatió en tiempos de una dictadura durísima con este colectivo. La ley del matrimonio homosexual, impulsada por el Gobierno de Zapatero en julio del 2005, fue un gran paso. El entramado legislativo es, sin duda, un gran aliado para hacer frente a los prejuicios aún existentes en la sociedad española, en la que todavía sorprende ver a dos hombres o mujeres besarse en la calle. Hace solo un mes, Antonio Cañizares, arzobispo de Valencia, arremetió contra lo que llamó “el imperio gay” por amenazar al “bien precioso de la familia cristiana”. Palabras inaceptables como lo demuestra que la fiscalía haya abierto diligencias para ver si son delito de odio. Estas posturas de la Iglesia más rancia son altavoces que avivan una discriminación social que solo se puede frenar desde la misma escuela con lecciones permanentes de tolerancia y de respeto a la diversidad sexual.