Se comprueba cada día que, junto a temas esenciales que tienen que ver con la realidad que afecta plenamente a nuestras vidas, se publican asuntos menores que, sin importancia, ocupan destacados espacios en los medios de comunicación y hasta en la preocupación social. Por ejemplo, el rollo ese entre las dos reinas, Letizia y Sofía, por una foto con la heredera de la Corona y, en consecuencia, de la Jefatura del Estado.

Bueno pues, parece ser, según la voz de los expertos, que siempre ha sido y será así. Es más, por lo que se sabe, hablar de los otros ha sido y es una de las prioridades humanas. Si encima, como es el caso, alguna de estas personas forma parte de familias o entidades que nos representan en algo y, además, viven del erario público, de la contribución de todos, es evidente que nos llame la atención y la preocupación.

La cuestión ahora, y por eso el comentario, es que algunos han aprovechado una discusión entre suegra y nuera, no solo para decir barbaridades de la Corona, sino para anunciar que como consecuencia de ese acto el actual Rey, Felipe, será el último Borbón. Un tema serio abordado desde la frivolidad más absoluta, cosa que también degrada la importancia de la República.

Y es que a los monarcas, como a la Corona, hay que juzgarlos a partir de si cumplen con su papel de representar y no de gobernar, si respetan el resultado de las elecciones y el gobierno de los elegidos, o si desempeñan el papel de mediación entre las instituciones, si mantienen el comportamiento moral imprescindible, etc. Conducta que no siempre han cumplido (el Rey Juan Carlos se fue en plena crisis económica a cazar elefantes con su novia Corina y Felipe no ha estado fino con Cataluña). Pero de ahí a transformar una discusión entre suegra y nuera como la causa del final de la dinastía borbónica me parece una aberración sin sentido. Y lo digo desde mi convicción republicana. Seamos serios.

*Analista político