Sí, en el Senado. Por una silla donde colocar las ilustres posaderas de uno de los suyos, Ximo Puig ha intentado sin éxito concurrir a las elecciones, en el caso de la Cámara Alta, junto a toda la izquierda. Sabe que el senador socialista peligra y antes de perder una silla, prefiere aliarse con quien la dirección de su partido en Madrid está manteniendo un inicio de campaña, como poco, subidito de tono. Y, cierto, no me sorprende.

Lo vemos en multitud de municipios donde han pactado con la izquierda más radical y están -tras apenas un año de mandato- que se matan, eso sí, a ratos. También en el propio gobierno “a la valenciana” para el que el Molt Honorable ha tirado de postureo en este arranque de rebeldía con fecha de caducidad, el centralismo que los suyos practican puso fecha límite. El pasado viernes Madrid dijo que se acabó.

Lo suyo parece un culebrón venezolano, nunca mejor dicho; el PSOE y los de la hoz y el martillo se miran de reojo, pero se necesitan; huyen para agradar a otros pero se buscan en secreto, y es que al final de la película apostar por unos o por otros significa apostar por todos, sin excepción. En la Comunitat se han tirado los tejos para salvaguardar una silla, mientras en Madrid les afean el gesto pero andan echando números para ver cuándo o cómo es mejor hacer público su amor. H

*Presidente del Partido Popular de Peñíscola