Simone Veil (nacida Jacob) (1927-2017), encarnaba tres momentos decisivos en la historia del siglo XX: el Holocausto, los derechos de las mujeres y la integración europea. Judía laica, había estado internada, en la segunda guerra mundial, en Auschwitz y sobrevivió. Como ministra de Sanidad en Francia, impulsó la liberación de la mujer facilitando el acceso a los anticonceptivos y promoviendo la ley del aborto. Era una mujer centrista que impulsó cambios revolucionarios.

Se sentía muy alejada del comunismo, pero en algunas de sus posiciones tendía a la izquierda y discrepaba con su círculo.

Simone Veil presidió el Parlamento Europeo, en julio de 1979. Se convirtió en la primera mujer presidenta del Parlamento Europeo.

Fue trasladada al Panteón de los Inválidos, como había prometido Emmanuel Macron el 7 de julio de 2017, en un acto en su homenaje. Esto se hizo el pasado domingo: Simone Veil es la quinta mujer en ser enterrada en este templo republicano en París, junto a la dos veces premiada con el Nobel de Química Marie Curie, entre otras. Esta panteonización es, en todos los aspectos, una excepción. Principalmente, debido a la rapidez de la decisión.

Pero Simone Veil «cumple todos los requisitos», y por eso uno podría decir con una sonrisa: ella es tanto un «gran hombre» como una «gran mujer». Un gran hombre porque encarna las principales luchas del siglo XX y tiene una cualidad, la fama, que los revolucionarios juzgaron indispensable para la panteonización. Una gran mujer porque ha sido una pionera. Tres metas: igualdad entre hombres y mujeres, esperanza europea y la memoria del Holocausto.

Creía que para ser independiente, una mujer debe tener un oficio. Ella lo cumplió y en exceso.

*Secretaría Área de Políticas Sociales y LGTBI PSPV-PSOE Castellón