Queridas lectoras y queridos lectores de esta tribuna, en esta ocasión me siento en la obligación de formular una pregunta que no deja de ser una pequeña reflexión y que, por supuesto, conlleva un deseo, que en este caso es una reivindicación que se viene pidiendo de manera colectiva por muchas gargantas. Gargantas y voces que con desgarro y rabia vienen a clamar una sociedad justa, libre e igualitaria, sin ningún tipo de predominio.

Qué podríamos llegar a pensar de una sociedad que se encontrase fuera de nuestras «fronteras» y que no actuase y combatiese de manera decidida, irreverente y hasta beligerante con sus gobernantes, sus leyes y su proceso educacional y/o pedagógico para corregir y eliminar la barbarie que debe suponer en una sociedad abierta, moderna, avanzada el asesinato de 28 mujeres y seis criaturas a manos de sus parejas o exparejas y progenitores, o compañeros o excompañeros sentimentales de sus madres en lo que llevamos de año, y en el momento de ponerme a redactar estas líneas que en este momento están leyendo. Hago esta apreciación porque como esto es un no parar, cabe la posibilidad indeseada, de que hoy lunes esta estadística haya quedado desfasada.

Con toda seguridad, y aquí que somos muy dados a criticar y opinar sobre lo que deben hacer los demás, diríamos que esa gente, esa sociedad son puros animales, que están atrasados y descorazonados. Que no tienen las agallas para salir a las calles y llenarlas como si de ríos bravos de aguas rabiosas y enfurecidas se tratase, exigiéndole a sus gobernantes cambios legislativos drásticos y efectivos para acabar de una vez por todas con esa lacra, esa sangría innecesaria, injusta y vergonzante.

Que se viera de manera clara cómo se convierte en una de las preocupaciones sociales y políticas de primer orden y se arremangan hasta la extenuación mientras no vean cumplido su legítimo objetivo, que no es otro que el de defender el derecho a la vida, a una vida sin violencia, sin malos tratos a mujeres y criaturas, el derecho a construir una sociedad más amable y armoniosa, donde el respeto mutuo en el foro interno de la pareja haga iguales al hombre y a la mujer, sin predominio ni sometimiento de ningún tipo. Donde los niños y niñas crezcan sintiéndose importantes y amados y con la seguridad de que no van a padecer traumas de por vida, ni van a reproducir modelos o clichés violentos, intolerantes o irrespetuosos.

Pues bien, queridas lectoras y lectores, estoy seguro que han concluido y acertado el país, efectivamente, estoy hablando de España, de sus gobernantes y de nosotras y nosotros, que somos quienes mayor responsabilidad tenemos como ciudadanía en no repudiar a los violentos y en no forzar a quienes gobiernan el país a que consideren la violencia de género, los asesinatos machistas, una cuestión de Estado, y pongan todos los recursos necesarios para acabar de manera definitiva con esta vergüenza y, al final, podamos decir que fue todo un mal sueño, pero que destrozó y arrasó con muchas vidas.

*Secretario general de CCOO Comarques del Nord