Nuestra especie, la humana, ha desarrollado a lo largo de los milenios una larga serie de capacidades que la han ido separando cada vez más de los otros seres vivientes. Del cálculo matemático, a la creatividad tecnológica. De la expansión de las ideas a... Hacer la lista es imposible. Me limito a hacer una modestísima observación de un hecho que puede parecer insignificante: una de las características que nos separan de los animales -entre otras mucho más importantes- es que los animales no compran ni venden. Sencillamente, son como son. Nosotros comerciamos.

Este artículo quiere ser un elogio de las tiendas y de los mercados, que son una exclusiva de nuestra especie. Los animales no compran ni venden. No tienen dinero. Tampoco tienen tiendas, tienen que espabilarse picando los granos que quedan en un campo de trigo. O si son poderosos, persiguiendo a los bichos más débiles con las garras a punto. El ser humano, que es racional, ha inventado la tienda. Un lugar donde encontramos lo que alguien ya ha cazado o plantado para nosotros. Botiga y bodega, dos hermanas etimológicas. Hijas del griego apotheke, o sea, boticario. En castellano existe la tienda de mercader, porque los productos del campo se exhiben bajo una tienda. Más o menos lo que llamamos una tienda de campaña.

En la comarca del Empordà han sido muy populares las botigues de los pescadores, las casetas o barracas donde se guardaban los utensilios de pesca. Y en Barcelona se hicieron famosas las trastiendas, donde se reunían escritores y artistas para comentar hechos políticos y culturales. Ahora, el Ayuntamiento de Barcelona quiere salvar un grupo de tiendas que corren peligro de desaparecer, sobre todo en Ciutat Vella. Bastantes hijos de tenderos no quieren seguir un negocio que es muy exigente y la zona ya se está convirtiendo en un monocultivo turístico.

Las antiguas tiendas son las caras humanas de nuestras ciudades. Me enamoré de ellas en Londres y las amo en Barcelona. H