Querido/a lector/a, estos días toca hablar de Bankia y Caixabank porque están viviendo un proceso que, los que entienden, denominan de fusión por absorción.

Pero si traigo este asunto a este rincón es porque, con interés de saber lo que pasa, cada vez que me acerco a los medios de comunicación solo me entero de los intereses de los grandes accionistas, de los que negocian. Así, por ejemplo, sé que buscan ser el primer banco de España y ahorrar 770 millones cada año y ganar 290 millones más, conozco las líneas rojas que las partes no están dispuestas a ceder, el número de acciones que les corresponderán a cada uno, la composición del consejo de administración, el tanto por cien que tendrá el Estado como propietario de Bankia...

Razones interesantes pero insuficientes porque es, en estas situaciones, cuando me gustaría ver mediar a los partidos y a los medios, ver cómo le aclaran a la ciudadanía todas las posibles consecuencias de la fusión. Y es que, en un mundo con dos crisis consecutivas como la del 2007/8 y la del covid-19 y con políticas que han provocado una inmoral desigualdad, una vergonzosa reducción de salarios y un aumento inhumano del paro, deberíamos exigir de las fusiones que no separasen la economía de la ética ni del bien común. En consecuencia, deberíamos saber si esta fusión y las que va a provocar, afectarán a la necesaria competencia, cómo se van a alcanzar esas cuotas de ahorro y beneficio, que van a hacer con los 51000 empleados y las 6700 oficinas...

Espero, pues, que el Gobierno, en representación del Estado y como propietario de Bankia, cuide ciertas garantías y, especialmente, las que tienen que ver con los trabajadores, el empleo, las salidas voluntarias, las mejoras de las condiciones laborales y de salarios... ¿Por qué? Porque ninguna fusión puede olvidar el interés de todos los españoles. H

*Analista político