El que no sirve para servir, no sirve para vivir. Esta maravillosa frase de Santa Teresa resume a las claras la vergüenza que sentimos los que nos dedicamos a la vida pública cada vez que se destapan casos de corrupción en cualquier partido. Es una sensación de sabor a óxido en las encías, agreste y anaranjado y, mucho más, cuando el ladrón se esconde en las propias filas.

Vergüenza y desprecio que se agolpan en las sienes como pulsaciones de hierro. Los mimbres de la confianza de los ciudadanos es algo tan delicado que, ante cualquier sacudida como la que hemos vivido esta semana, se rompe, se descuelga como si hubiera estado cosido con hilos transparentes.

Si para cualquier ciudadano este tipo de situaciones es indignante, para la clase política supone un rapto de decepción amargo, de desprecio infinito. No se puede entender que alguien utilice los recursos públicos para enriquecerse porque, en la política, aunque suene a tópico, se está para servir.

Ante la corrupción, está demostrado que no hay siglas ni partidos políticos inmunes. Pero la maquinaria de los partidos deben estar a la altura de las circunstancias para actuar: me niego a que se juegue con medias tintas o se justifiquen determinadas actitudes. Contundencia. Eso es lo único que nos puede salvar no a los partidos, sino a la sociedad.

Quien la haga, que la pague. Y, sobre todo, que devuelvan el dinero que han robado y que cada euro del que han disfrutado sea recuperado. En estos casos no puede haber templanzas. Sólo hay una salida clara: ser inflexibles y que el Estado de Derecho siga funcionando como hasta ahora, deteniendo y persiguiendo a los corruptos.

A veces, al hablar de estos temas, todo puede sonar a lugares comunes, a tópicos y, desde luego, no se puede culpar a nadie de que los ciudadanos acaben por pensar que todos los políticos somos iguales.

Desde el Gobierno provincial que presido hemos trazado un alto nivel de exigencia. Sabemos que hoy en día la transparencia de las instituciones es la clave para servir al ciudadano. Por eso hemos tomado las medidas que han sido necesarias y, sobre todo, hemos impuesto una máxima: que la transparencia no es una moda: sino el único sentido que tiene de verdad ser un cargo público.

Rendir cuentas de cada euro, que los políticos ni siquiera estemos en los procesos de adjudicación, que todo se transmita en directo para que quien quiera lo pueda ver. Esto es venir a servir, a trabajar por los demás. Y quien no lo entienda, que busque otro camino. H

*Presidente de la Diputación de Castellón