Desde el frente chino llegan despachos esperanzadores. Hoy se abre el cerrojo para los 60 millones habitantes de la provincia de Hubei. En su capital, Wuhan, deberán esperar al 8 de abril. La caída de contagios en la cuna del coronavirus deja respirar a uno de los pulmones económicos del país. Wuhan adelantó lo que le esperaba al mundo: hospitales atiborrados, médicos desbordados, escasez de material de protección… Y una desquiciante cuarentena que ha tensado la paciencia. Un confinamiento sin fisuras que desde Occidente se desdeñaba.

Liu, inversor de 35 años, apenas ha bajado un puñado de veces al garaje para encender el motor de su vehículo. «Tienes que aprovechar para escribir,leer o practicar cualquier actividad que te distraiga», propone como receta. «No sé si estoy cansado o eufórico. No he planeado nada al salir, solo quiero ir a trabajar y que regrese la normalidad de una vez».

ENCIERRO RELAJADO / El encierro se ha relajado en los últimosdías en Wuhan. Los que viven en urbanizaciones sin contagios registrados en las últimas dos semanas pueden salir ya evitando las aglomeraciones. Los habitantes de Hubei tendrán que mostrar en sus móviles el código verde que les acredita como libres de contagio cuando salgan de la provincia. También deberán escanear los códigos QR para que, en caso de infección, puedan ser identificadas todas las personas con las que estuvo en contacto.

En Wuhan, paradigma de la devastación en enero, se acumulan buenas noticias en las dos últimas semanas: la caída en picado de los contagios, apenas uno en los últimos cinco días; las insistentes directrices para retomar la actividad económica. Un millar de trabajadores llegaron la semana pasada a la estación de tren y dos constructores de automóviles, Dongfeng Toyota y Dongfeng Motor, ya producen con una total normalidad.

El fin de la cuarentena es una urgencia económica y médica. «El confinamiento durante más de 60 días puede provocar serios problemas de salud mental», declara Qin Qianhong, profesor de la Universidad de Wuhan, al diario South China Morning Post.

El país lidia con una vuelta al trabajo que podría arruinar los esfuerzos realizados e inquieta el flujo de «refugiados médicos»: millones de chinos regresan de países azotados por el virus.