Te sumerges y es como un bosque, no ves nada más», dice uno. «Está todo el Estrecho tapizado, a ambos lados», comenta otro. Investigadores, ecologistas, pescadores, turistas y vecinos no dan crédito a la voracidad con la que la Rugulopterix okamurae, un alga de origen asiático, se ha adueñado en los últimos tres años del fondo marino del Estrecho de Gibraltar y se extiende ya hasta la Bahía de Cádiz o la provincia de Málaga.

Todos ellos hablan de una catástrofe ambiental sin precedentes que ha alterado el ecosistema y cuyo impacto se deja notar en la economía de la zona. La Junta de Andalucía ya ha solicitado la declaración de especie invasora, mientras que los ecologistas han llevado el caso a la Fiscalía y tratan de depurar responsabilidades sobre su origen y la falta de medidas contundentes para atajar un problema al que no ven solución.

La primera referencia europea a esta alga, oriunda de Japón y Corea, surge en el año 2007 en una laguna costera de Francia donde se cultivaban ostras importadas. En el 2015 ya se detectó y retiró de forma masiva en Ceuta.

«MUY AGRESIVA» // «Muestra un comportamiento muy agresivo, desconocido hasta el momento», explica la bióloga Candela Sánchez, impulsora de la campaña Salvemos el Estrecho, quien recuerda que en muy poco tiempo «tapizó» las pequeñas lagunas repletas de peces que se formaban entre las rocas, base de la cadena trófica. Desplazó a otras especies e incluso las eliminó, como los erizos y algunas lapas protegidas, ahogándolas con la falta de luz y alimento. Sus propios compuestos actúan de repelente y defensa contra posibles depredadores.

Los pescadores fueron de los primeros en percatarse de su voracidad. Raro era el día que subían peces a bordo, sustituidos por kilos de algas enredadas en las redes. La Rugulopterix también ahuyentó a los mariscos y otras especies de roca, base de la pesca de la zona, que registra pérdidas de entre 400 y 500 euros por barco al día, según las estimaciones de las cofradías de pescadores.

No hay certezas sobre cómo llegó a la zona, aunque la opinión más extendida es que lo hizo o bien adherida al casco o bien transportada en el agua de lastre de los miles de cargueros que pasan por el Estrecho a recoger mercancía o reponer combustible en los puertos de Algeciras o Tánger Med. Una vez en el Estrecho, la temperatura del agua, más elevada de lo habitual en los años 2015 y 2016, unido a un ecosistema muy debilitado por otras invasiones en años previos y las propias condiciones lumínicas y de turbidez, crearon el mejor hábitat posible para el alga, que se extiende hasta profundidades superiores a los 50 metros. Algunos pescadores llegan a hablar incluso de hasta 200 metros.