Atención temprana es una expresión desconocida para las familias con hijos sanos. Sin embargo, es el día a día de los padres y madres que tienen niños con problemas de neurodesarrollo. No hay estadísticas oficiales, pero los expertos calculan que entre el 3% y el 5% de los niños que nacen en España sufren alteraciones cerebrales en los primeros años de vida. Ese trastorno en las conexiones neuronales --sea por la causa que sea, incluidas las genéticas-- les impide aprender con normalidad actividades básicas como andar, sentarse, hablar, deglutir, controlar los esfínteres o coger un lápiz. El cerebro nunca tiene tanta plasticidad como hasta los tres años, así que la detección precoz es vital. También el tratamiento, que mejora las secuelas.

Sin embargo, la atención temprana --conjunto de terapias especializadas impartidas, según cada caso, por fisioterapeutas, logopedas, psicólogos y médicos-- hace aguas en España. No está incorporada en la cartera del Sistema Nacional de Salud, sino que depende de cada autonomía. La mayoría de las comunidades la incluye en los servicios sociales. «No se le está dando la prioridad que merece. Si a un adulto le detectan un tumor, ¿aceptaríamos que tardara un año en que le vea un oncólogo de la sanidad pública para recibir tratamiento?», destaca la doctora y neuropediatra María José Mas.

La atención temprana es básica también para los niños que nacen prematuros, «que tienen un alto riesgo de presentar secuelas y por eso siguen programas especiales de detección y tratamiento», añade. El nacimiento --a los seis meses de embarazo-- de los mellizos de los líderes de Podemos, Irene Montero y Pablo Iglesias, ha servido para poner en el foco mediático la importancia de este fenómeno sanitario.