Los hombres prehistóricos que ocuparon la cueva de Altamira no solo pudieron utilizar conchas como adorno, en colgantes o para decorar la ropa, sino que, según las últimas investigaciones, algunos de los caparazones recolectados pudieron usarse también para obtener el ocre de las pinturas rupestres. La revista "Journal of Archaeological Science" adelanta en su edición online un artículo sobre la cueva de Altamira, elaborado por un equipo multidisciplinar de investigadores de la Universidad de Cantabria y del Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira, que recoge esa conclusión. Se trata de un trabajo cuyos inicios se remontan a 2013 y que cuenta como primer firmante con el investigador del Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas de Cantabria (IIIPC) David Cuenca. Cuenca ha explicado a Efe que este trabajo aporta "una nueva perspectiva" sobre la utilización de las conchas como herramientas de trabajo para obtener el pigmento para las pinturas. Hasta ahora se sabía que las conchas se utilizaban para el alimento y como elemento de adorno, pero, según esta investigación, durante 9.000 años también pudieron tener un uso posterior como instrumento para procesar ocre, que "con mucha probabilidad se usó para el arte rupestre" de Altamira. "No hay un análisis directo de los pigmentos, porque es complicado hacerlo, pero la relación contextual de las conchas y la ubicación de alguna de ellas en la sala de Polícromos (la de los conocidos bisontes) y otros elementos documentados hacen pensar que, con toda probabilidad, junto a otros elementos que fueron usados, las conchas formaron parte del 'kit' para lograr ocre", señala Cuenca.

El trabajo de estos investigadores se ha basado en la combinación de huellas de uso y en el análisis químico de las conchas que se han estudiado, más de 7.000, que se analizaron "una a una". Más de seiscientas se miraron con microscopio y se documentaron más de medio centenar de instrumentos que se usaron con esa finalidad de pigmento para las pinturas rojas de la cueva. La mayoría de las conchas son lapas, todas ellas de Altamira, pero no son la única especie cuyos caparazones se han encontrado en la cavidad, por ejemplo también bígaros (caracolillos). Lo que ocurre es que no tienen la morfología como para ser empleados como instrumento de trabajo, y se limitaban a ser alimento. Sin embargo, los bordes de las lapas, según estos investigadores, sí se pudieron utilizar para raspar los bloques de ocre. Cuenca señala que previamente ha habido estudios en otras cuevas paleolíticas, y por ejemplo en la de la Fuente del Salín de Val de San Vicente (Cantabria) ya se había detectado, con un trabajo de 2013, ese uso en las conchas de las lapas: eran recolectadas, consumidas como alimento y posteriormente empleadas para procesar el ocre. La diferencia, según explica este investigador, es que en el caso de la Fuente del Salín el periodo temporal se limita al Gravetiense, mientras que en el caso de Altamira "lo espectacular es que esta utilización se da en los 9.000 años en los que hay realización de arte rupestre". "En toda esa secuencia podemos encontrar diferente cantidad de instrumentos de lapa que han sido empleados para esta finalidad. Lo espectacular es encontrar este tipo de elementos a lo largo de toda la secuencia de ocupación y realización de arte rupestre", insiste el investigador.