Día 23 de marzo del 2020. Ramona Carvajal recibe una llamada de la doctora que atiende a su madre, Alejina, en una residencia del sur de Madrid, en la localidad de Griñón. La madre lleva 13 días enferma de covid-19, pero no la hospitalizan, pese al ruego de la hija. La anciana morirá 17 días después de esta llamada.

El testimonio al que ha tenido acceso El Periódico --que pertenece al mismo grupo editorial que Mediterráneo-- y que forma parte de una denuncia que se presentará ante el juzgado de guardia, es prueba palpable de cómo se materializaba una praxis que las familias de ancianos ingresados en las residencias vienen denunciando desde hace semanas: en pleno auge del coronavirus en el país, con las UCI hospitalarias al borde del colapso, los abuelos enfermos no eran derivados a los centros sanitarios.

INCREMENTO // Después de semanas creciendo, las diligencias penales abiertas por las fiscalías de toda España para investigar si se cometió algún delito en las residencias de ancianos o de personas con discapacidad han alcanzado estos días los 240 casos, según los datos ofrecidos por la Fiscalía General del Estado, 16 más que la semana pasada.

Por otra parte, un importante, pero desconocido, número de muertes de enfermos de covid-19 que no fueron hospitalizados se quedará muy probablemente sin esclarecer. Se trata del colectivo de abuelos o grandes dependientes que han fallecido en sus domicilios, el estrato más profundo y oculto de la gran mortandad de ancianos durante la pandemia.

ORDEN // El triaje duro que impuso el colapso de las UCI en plena cresta de la pandemia, la orden de no hospitalización o «no derivación» impartida en diversas comunidades, no solo afectó a los ingresados en residencias, también a los que, pudiendo o no valerse, vivían en sus casas. «No se podía derivar a los mayores de 70 años. La orden nos la dieron de la dirección», relata C. R., y añade: «No se ocultaba. Llamaban de una casa porque un anciano se había puesto malito. Iba el médico. Si veía que era covid-19, les decía a las familias que no se le podía llevar al hospital, porque estaban llenos, y que tenía que quedarse en casa». A partir de ahí, antibióticos y paracetamol. Y, si el enfermo no salía adelante por sí mismo, a los sanitarios ya no les quedaba otra posibilidad que la sedación, ya viviera el enfermo en una residencia o en su casa. Una práctica, la de la sedación doméstica ya protocolarizada antes del coranavirus en comunidades como Cataluña.