La propagación meteórica del coronavirus, convertido ya una pandemia que ha contagiado a más de 200.000 personas en todo el mundo y ha matado a más de 8.200, ha puesto en marcha una frenética competición global por encontrar una vacuna.

En el esfuerzo participan al menos una veintena de gobiernos, biotecnológicas, grandes farmacéuticas e instituciones académicas. Los últimos avances para secuenciar el genoma del virus han acortado los plazos y las predicciones más osadas apuntan a que las primeras inmunizaciones podrían llegar antes de fin de año. Ya han comenzado los ensayos clínicos en personas, tanto en EEUU como en China.

Este lunes empezaron en Seattle los primeros ensayos en voluntarios sanos de la vacuna de Moderna, una compañía de Massachusetts que cuenta con el respaldo financiero del Instituto Nacional de Salud. Participan 45 voluntarios pero no se esperan resultados concluyentes hasta dentro de 12 meses. Novavax, Vaxart o Greffex también están desarrollando en EEUU sus proyectos. Más internacional es la Coalition for Epidemic Preparedness Innovation, un consorcio del que forman parte gobiernos, oenegés y laboratorios farmacéuticos que actualmente tiene cuatro potenciales vacunas en marcha.

En China hay otros nueve proyectos. Sus autoridades anunciaron el martes que en dos semanas comenzarán los ensayos clínicos de la vacuna de Cansino Biologics y la Academia Militar de Ciencias Médicas. Europa no quiere quedarse atrás. Tras anunciar esta semana una aportación de 80 millones de euros a CureVac, el laboratorio alemán ambicionado por Trump.

El director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, anunció ayer la puesta en marcha de un gran ensayo clínico a nivel mundial, llamado Solidarity, para comprobar cuál es el tratamiento más eficaz contra el virus. España es uno de los países que participará.