La alarma por el coronavirus también ha obligado a intervenir a la Iglesia católica. En una jornada en la que el Vaticano tuvo que desmentir que el papa Francisco estuviera contagiado («el resfriado diagnosticado al Santo Padre en los últimos días está siguiendo su curso sin síntomas de otras patologías», explicaron), en España, el obispado de Cartagena empezó a recomendar a los feligreses que, durante la celebración de la misa, supriman el gesto de dar la paz y reciban la comunión en la mano, y no así en la boca, «en atención a la preocupación» que genera la propagación del covid-19. Sugerencias a las que el obispado de Málaga añadió vaciar las pilas de agua bendita.

Mientras, en Castellón, aunque por ahora no existe ningún procedimiento oficial a seguir, pues el obispo Casimiro López se encuentra estos días en la Conferencia Episcopal, sus estrechos colaboradores dicen que no son «partidarios de estas medidas para no contribuir a la psicosis». Con todo, la parroquia Santa Joaquina de Vedruna (Carmelitas) ha sido pionera en la provincia con recomendaciones encaminadas «al bienestar de los feligreses», confirma el sacerdote Joaquín Esteve, quien, al margen del sacerdocio, ha desarrollado toda su trayectoria profesional en el sector sanitario y quizá por ello es «más sensible a esta problemática y otras realidades», concreta.

Por eso ha optado por colgar en su parroquia dos recomendaciones para evitar contagios, dar la paz con inclinación de cabeza a la derecha y a la izquierda (no la mano ni abrazos) y comulgar todos con la mano. El sacerdote explica el porqué de esta decisión: «No solo lo hacemos por el coronavirus, sino también por la gripe o por otras dolencias que son de fácil transmisión. Son solo una serie de medidas higiénicas que no se imponen, sino que se sugieren por el bien de los feligreses, que es lo que nos preocupa».

Lavarse las manos

Prosigue Esteve con su alegato: «Igual que hace años instalamos suelo radiante para que no pasaran frío, queremos cuidar a los feligreses con estas medidas y otras que no hemos hecho públicas como que los sacerdotes, antes de dar la comunión, nos lavamos las manos con un dispensador con solución alcohólica situado junto al altar».