La pandemia ha hecho daño a la prostitución, pero como siempre solo a sus víctimas, a las mujeres prostituidas (que no prostitutas) que necesitan vender su cuerpo para sobrevivir. Las ha hecho más invisibles porque las está condenando ahora a soportar una mayor carga de violencia, física y psíquica, y de precariedad. Las «que hacen la calle» lo han pasado mal, primero por el virus que las confinó y después porque han visto reducido el número de clientes o «puteros», que es como ellas creen que deberían identificarse, que son su única fuente de ingresos.

Asociaciones que trabajan en el día a día con estas mujeres, afirman que estos ahora son muchas veces más violentos y exigentes en los servicios que solicitan. Se da la circunstancia de que también han tenido que bajar los precios por la caída de demanda, lo que ha aumentado su vulnerabilidad. Ahora hacen más horas y por tanto su exposición al peligro es mayor. Pero estas víctimas de la sociedad no tienen otra salida, ni paro ni ayudas de ningún tipo, y siguen obligadas a pagar la cuota a la cual les obliga su proxeneta, su «chulo». Es un túnel sin salida.

En cambio, aquellas que trabajaban en clubes, en su mayoría explotadas por redes y mafias, siempre según las mismas fuentes, han asistido a ver cómo en los meses más duros del confinamiento se producía el cierre de los negocios. Muchas fueron obligadas a prostituirse entonces en pisos o bien a través de páginas web, pero también en la calle. Siendo un posible foco de contagio y de transmisión de la enfermedad, nadie se ha acordado de ellas más allá de colectivos como Cruz Roja y Oblatas.

Aumento de la pobreza

Con esta nueva situación, se están adaptado a un nuevo escenario aún más desolador, caracterizado por un aumento de la situación de pobreza, ya que sin trabajo no tienen recursos y su deuda con el proxeneta se incrementa, y a verse enfrentadas a más violencia sexual y de su explotación como persona. Nos encontramos con un cambio en el paradigma y, como siempre, a peor.

Según fuentes policiales, la Comunitat es uno de los destinos de trata más importantes de España y también de Europa. Consecuentemente con ello, también lo es de mafias que se dedican a la explotación sexual de mujeres. Las organizaciones tejen su negocio como si se tratara de una telaraña. Unos engañan a mujeres de sus países de origen prometiéndoles un futuro mejor y trabajos que en nada se parece a lo que va a ser su destino. Les pagan el viaje y, cuando llegan, se encuentran en un país desconocido, les quitan el pasaporte y desde el primer día tienen que comenzar a asumir una deuda por la «factura» de traerlas y darles de comer, vestir y dormir cada día. Tienen que dar gracia por seguir vivas y, además, juegan con el miedo de que, si no cumplen, harán daño a sus familias o les contarán qué hacen realmente en España.

Pero la crisis sanitaria no sólo está teniendo efectos nocivos en este mundo. Está propiciando, afortunadamente, el desmantelamiento de redes de explotación sexual en la Comunitat. Y esto es así porque la Policía ha incrementado las labores de control e inspección de establecimientos de ocio nocturno en los que se sospecha que existía prostitución. El objetivo de los agentes ahora se ha centrado en velar por el cumplimiento de la normativa antipandemia decretada por las autoridades, lo que está llevando a detectar las condiciones en las que se encuentran estas mujeres y si están siendo víctimas de redes de explotación sexual.

De este modo, y como ejemplo, hace algunos días en uno de los muchos controles rutinarios que se están realizando por parte de la Policía Nacional se desarticularon tres redes de explotación sexual. Las autoridades detuvieron a diez personas dedicadas al favorecimiento de la inmigración ilegal que eran obligadas a mantener relaciones sexuales en locales de la provincia. Si esto ocurre en un control diario, ¿qué pasaría si se persiguiera al proxeneta hasta darle caza?.

Desde los colectivos de ayuda a las víctimas de la prostitución recuerdan que estos lugares han vuelto a abrir, tras el periodo de confinamiento, porque obtuvieron en su día licencias que les sirven para camuflar como bares lo que en realidad son hoteles o residencias para citas esporádicas bajo precio. Así se hace muy difícil el poder identificar los lugares donde se lleva a cabo, lo que fomenta esta explotación lucrativa. «Se hace necesaria la creación de un listado de prostíbulos, como hoja de ruta y poder revisar las licencias», explican las mismas fuentes.

Reforma legislativa

El cierre durante tres meses de los prostíbulos, como el del toda la restauración, se ha producido para proteger del virus a los clientes de estos negocios y a los trabajadores, frenando los contagios, pero no para evitar la explotación de mujeres. La prostitución en sí no está prohibida en el Código Penal español, pero sí la explotación y ejercer el proxenetismo.