Uno de los bellos campanarios de Amatrice, la población más conocida donde se produjo el terremoto de la madrugada del miércoles, se desplomó como un helado al sol y se vinieron abajo también el hospital y una de las escuelas de la ciudad. Habían sido restaurados en el 2012, con criterios supuestamente antisísmicos.

En Accumuli, epicentro del terremoto de 6,0 grados, se cayeron el cuartelillo de los carabineros y otro campanario, que se desplomó sobre una vivienda privada y mató a una pareja de treintañeros y a sus dos hijos de cuatro años y de ocho meses. Ambos habían sido construidos también en época reciente, con dinero público y criterios antisísmicos.

Dado que algo ha fallado, la fiscalía de Rieti, capital de una de las provincias afectadas, abrió ayer un sumario contra desconocidos por supuesto “desastre culposo”, o sea involuntario.

El miércoles los magistrados habían realizado varias inspecciones y ayer señalaron algunos edificios, que los peritos deberán examinar para encontrar una explicación a su hundimiento.

Mientras el aparato de socorro, con casi 3.000 personas, funciona a la perfección, los italianos empiezan a interrogarse sobre las causas que producen tanta muerte, a pesar de que los terremotos en los Apeninos no constituyan una novedad, porque en las Catilinarias ya escribió de ellos Cicerón, hijo de una región vecina.

INVERTIR EN PREVENCIÓN // “Lo sorprendente no es que las casas se hundan, sino que escandaliza que se caigan también los hospitales y los cuarteles”, afirma Gian Michele Calvi, uno de los máximos expertos sobre terremotos y profesor de la universidad de Pisa. Otros expertos, entrevistados, van más allá, subrayando que “Italia invierte en las emergencias, pero no en prevención”. H