Si alguien tiene dudas sobre impacto de la carne en el cambio climático, muchas de ellas quedan inmediatamente despejadas al leer un informe especial publicado este año por el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC).

Según el estudio, el sistema de la alimentación genera entre el 25% y el 30% de las emisiones de gases de efecto invernadero causantes del cambio climático. La ganadería está entre los sectores que más contribuyen, y muy en concreto las vacas, que son responsables de tres cuartas partes de las emisiones de la ganadería, según el informe.

«Comer carne es ineficiente: los animales son alimentados con comida que ocupa tierra que podría alimentar directamente a las personas», afirma Peter Scarborough, investigador especializado en clima y alimentación de la Universidad de Oxford. El concepto clave es el «factor de conversión». Se necesitan 10 kilogramos de proteína vegetal para obtener un kilogramo de proteína de vaca y oveja, porque mucha de esa energía se «pierde» en el metabolismo del animal. El factor es inferior en el cerdo (6 a 1) y en el pollo (4 a 1).

«Criar animales requiere mucha más tierra, esta se obtiene deforestando y eso implica emitir dióxido de carbono (CO2) y eliminar sumideros de ello», resume Scarborough.

La digestión animal

Sin embargo, el mayor impacto viene de otros dos gases de efecto invernadero: el metano producido por la digestión de los animales y el óxido de nitrógeno resultante de la fertilización. Scarborough resta importancia al transporte y al desperdicio de comida, y apuesta por impulsar el cambio por medio del etiquetado, con restricciones a los anuncios de carne, impuestos e iniciativas ejemplares. Por ejemplo, varias universidades británicas prohiben la carne en sus menús; e Italia, Holanda y China hacen recomendaciones alimentarias que tienen en cuenta el cambio climático.