Fue un juicio atípico. Un ciudadano rumano se sentó en el banquillo de los acusados de la Audiencia Provincial para enfrentarse a un delito de abusos sexuales continuados contra su cuñada de 15 años, cometido en un pequeño pueblo del Alt Maestrat. El hombre lo negó todo, pero no fue el único. Ni la propia víctima, ni el resto de miembros de la familia declararon, pese a que en un principio sí interpusieron una denuncia por estos hechos. El tribunal de la Sección Primera condenó al procesado a once años de cárcel y el Tribunal Supremo ha ratificado esa condena ahora, tras desestimar el recurso de la defensa.

El sentenciado alegó ante el alto tribunal de Madrid que los abusos no quedaron acreditados y señaló que la familia ha seguido conviviendo tras los hechos, manifestando la adolescente que no quería continuar con el procedimiento. Los magistrados, sin embargo, consideran que sí hubo relaciones sexuales entre ambos y que el adulto se valió de la superioridad y la relación familiar entre ambos para llevar a cabo las conductas ilícitas, según especifican en la sentencia a la que ha tenido acceso este diario.

Los dos forenses del Instituto de Medicina Legal que se entrevistaron con la adolescente dijeron durante la celebración del juicio hace ahora un año que la menor presentaba «inestabilidad emocional» y «negación de los hechos».

LOS FORENSES

«Cuando le preguntábamos por los presuntos abusos, decía que para ella era mejor no recordarlo y recomendamos que recibiera tratamiento psicológico», dijeron los dos peritos judiciales en la sala.

Aunque fueron la niña y su madre quienes se presentaron en el cuartel de la Guardia Civil tras destaparse los hechos para interponer una denuncia, la víctima se acogió en la vista a su derecho a no declarar.

Tampoco habló el familiar --un tío de la menor-- que descubrió los presuntos abusos.

Para sorpresa del tribunal, el hombre que en su día aseguró haber sido testigo de las relaciones delictivas, dijo no recordar nada de lo ocurrido. Añadió que padece «una enfermedad» que le da «mucho dolor de cabeza» y que solo le permite acordarse de lo que hizo ayer. Su actitud le valió la advertencia del tribunal de que debía decir la verdad para no incurrir en un delito de falso testimonio.

El acusado, durante su interrogatorio, admitió que «la primera vez ella se negaba un poco, pero luego ya no dijo nada», indicó.

El Supremo, tras rechazar su recurso, le impone al condenado las costas del procedimiento y confirma once años de cárcel y ocho de libertad vigilada.