El caso de la joven brasileña fallecida en abril tras una sobredosis de cocaína mientras mantenía sexo con Jorge P. J. había caído en el olvido. No hubo apenas investigación más allá de la autopsia porque los forenses dictaminaron que la muerte era accidental.

A mediados de la semana pasada, el caso resurgió, justo cuando ya se negociaba la entrega del presunto asesino de Marta. Ese caso, junto con la ausencia del cuerpo, constituye la base de la defensa de Jorge P. J. La falta de cadáver le permite decir que no la mató y que murió en las mismas circunstancias que la joven brasileña. Pero va más allá, porque le brinda la coartada de esgrimir que el miedo a ser detenido le llevó a deshacerse del cuerpo de Marta descuartizándolo y arrojándolo en contenedores de varios pueblos para que acabase en distintos vertederos.

Los investigadores no solo no se lo creen, sino que los sistemas de tratamiento de basuras indican que es improbable que eso haya sido así. Puestos a desconfiar, ¿por qué no averiguar si detrás de la muerte de la joven de Russafa no hubo un crimen no detectado? Lo que en principio le beneficiaba, puede suponerle otra incriminación de asesinato si la reapertura de la investigación revela que la chica no falleció por la conducta sexual de riesgo sino por una acción homicida imputable al cliente que estaba con ella, Jorge P. J., quien tampoco pidió ayuda cuando ella empezó a convulsionar, sino que abandonó la casa de citas.

El ya encarcelado sostiene que son dos víctimas accidentales, por lo que la Guardia Civil se pregunta si se trata de un asesino en serie o si dice la verdad.

Y además no hay ni rastro de Wafa Sabbah, la chica de 19 años desaparecida el 17 de noviembre en Carcaixent, que frecuentaba los mismos ambientes que las otras dos mujeres. El móvil de Wafa está sin actividad desde las 20.00 horas de ese día, diez después de la muerte de Marta, a 9,5 kilómetros de distancia, y cinco después de que Jorge P. J. se deshiciese de su teléfono, lo que dejó sin pistas a la Guardia Civil.