«El abuelo J. se inventaba un juego para tocarme las tetas y las ingles: yo no quería jugar, pero aun así lo hacía». Esa frase utilizó una de las dos menores --la otra ya adulta en la actualidad-- para describir los presuntos abusos sexuales cometidos en su casa de Alcalà de Xivert, por los que la Sección Primera de la Audiencia Provincial sentó ayer en el banquillo a J. V., de 67 años, al que llamaban cariñosamente «abuelo» por la estrecha relación «de amistad y plena confianza» que mantenían las dos familias. La declarante tenía 11 años cuando empezaron supuestamente los hechos, en 2012, y se habrían alargado hasta febrero del 2016. Ahora tiene 17.

La adolescente explicó que más de una vez, cuando estaba a solas con él, se vio obligada a cerrar los pestillos del baño para que el acusado no pudiera entrar y asomarse. La joven también aseguró que en otra ocasión vio cómo el detenido, que principalmente se encargaba de cuidar a ella y a sus hermanos pequeños cuando su madre no podía estar en casa, «acariciaba las piernas e intentaba darle besos» a su tía, de 22 años en la actualidad --16 entonces--.

Una versión que corroboró en su declaración a través de videoconferencia la propia afectada, que confesó que los tocamientos «se producían de forma tan habitual que parecían normalizados» y que incluso «se hizo la dormida» para ver hasta dónde era capaz de llegar el acusado.

El enjuiciado, español y también vecino de Alcalà, negó rotundamente estos presuntos abusos. «Nunca las he tocado ni he besado; no sé cómo hemos llegado hasta aquí, con lo bien que nos llevábamos las dos familias», aseveró. Un testimonio que respaldó su mujer, J. F., que, aunque no quiso declarar, salió de la sala gritando «todo son mentiras».

Informe de la psicóloga

Tal como reflejaba en su informe perital, la psicóloga, cuya relación de confianza con la menor --la que actualmente tiene 17-- permitió que fuera la primera persona a la que le contara los supuestos tocamientos, aseveró que la joven sigue en tratamiento psiquiátrico, sufre ansiedad y no puede salir a la calle sin compañía «por miedo a cruzarse con el acusado». De hecho, «no puede ni ir a comprar porque la tienda a la que solemos ir está al lado de su casa», añadió la madre de la adolescente.

La Fiscalía considera «acreditados los hechos» y continúa solicitando ocho años de cárcel para el acusado por dos delitos continuados de abuso sexual. La defensa, en cambio, pide la absolución al detectar «contradicciones» en los testimonios de las jóvenes.