El uso cada vez más temprano de teléfonos móviles y tecnologías de la información y comunicación, favorece que niños y adolescentes accedan a todo tipo de contenidos en la red, incluidas las páginas de pornografía. Siete de cada diez menores de entre 10 y 15 años disponen de teléfono móvil, según el Instituto Nacional de Estadística y el uso de ordenador ronda el 92 % mientras que el de internet sube al 95,1%. Internet se ha convertido en la gran fuente de información sexual de los menores y hay estudios que sitúan el acceso al porno en los 8 años, generalizándose a los 14. La última gran operación internacional contra la pornografía infantil deparó una sorpresa, catorce de los 17 detenidos en España por distribución de material pedófilo tenían entre 15 y 17 años, algo que no es habitual. El más joven aspiraba a coordinar los grupos.

Ese grupo de menores españoles, que difundía pornografía infantil a través de un chat de mensajería de WhatsApp, fue desarticulado por la Policía Nacional, en coordinación con Europol, en una macrooperación internacional en la que han sido detenidas 33 personas en once países. De todos ellos, hubo un detenido en València, donde se investiga a otra persona, así como en Alicante.

Los arrestados compartían material pedófilo junto a otros contenidos de violencia extrema, llegando a adjuntar emoticonos y otras animaciones junto a imágenes de abuso sexual a niños muy pequeños. La mayor parte de los investigados y deternidos tenía sus terminales de telefonía móvil a nombre de sus progenitores, por lo que ellos también fueron investigados previamente para descartar su implicación.

La Operación Chemosh, que ha durado 26 meses, ha sido llevada a cabo por la Unidad Central de Ciberdelincuencia de la Policía Nacional en colaboración con Interpol, Europol y los cuerpos policiales de Costa Rica, Ecuador, Francia, Guatemala, India, Italia, Pakistán, Perú, Reino Unido y Siria.

Colaboración ciudadana

Las investigaciones policiales comenzaron a raíz de una información procedente de la colaboración ciudadana recibida en el correo electrónico denuncias.pornografia.infantil@policia.es en la que se alertaba de la existencia de un grupo de WhatsApp, formado por menores de edad, en el que varios de sus participantes habían normalizado la existencia de la pedofilia y los abusos sexuales a otros menores. En algunos de ellos participaban pedófilos extranjeros adultos que intercambiaban material de esta temática, lo que hacía más arduo el trabajo policial. Un chico de 15 años de Madrid pretendía ser administrador de grupos de chats entre los colectivos pedófilos. En Uruguay fue detenida una madre que abusaba de su hija y compartía las imágenes.

¿Qué lleva a un adolescente a adentrarse en el mundo de la pedofilia y además convertirse en distribuidor? Expertos en la lucha contra las tramas internacionales de pederastia y psicólogos clínicos coinciden: no existe un interés lucrativo, pero sí una escasa cultura sobre lo público y lo privado, sobre el derecho a la intimidad. «Existe una gran falta de conciencia moral y de formación. No son conscientes de que tener las imágenes o compartirlas es un delito penado en el caso de los adultos con entre 5 y 9 años de prisión, y que conlleva responsabilidad penal para los adolescentes de 14 a 18 años y económica para sus padres», explican fuentes jurídicas.

En el caso del grupo desarticulado llama la atención que los implicados hayan accedido a un material específico y poco accesible a través de WhtasApp. «Me parece detectar cierta banalización de su actividad, un divertimento sin auténtica conciencia moral sobre lo que hacen. Puede haber alguno con interés específico de tipo pederástico, pero hay que estudiar a cada uno de ellos», reflexiona Ricardo Fandiño, psicólogo clínico y presidente de la Asociación para la salud emocional en la infancia y la adolescencia (Aseia).

A su juicio, estos chicos deberán ser sometidos a una evaluación clínico-forense por parte de los psicólogos de los equipos técnicos de los juzgados de menores. En función de esa evaluación y de sus necesidades específicas, resalta, pueden incluirse en sus medidas judiciales tratamientos que aborden las problemáticas asociadas a la sexualidad.

Distorsión de la realidad

Terapeutas y fuerzas de seguridad alertan de la adicción a la pornografía que se detecta en menores de edad: «Hay muchos adolescentes enganchados, que ven sexo continuamente y el problema es que la pornografía distorsiona la realidad sexual. Por eso no entienden el ¡No es no! y pretenden hacer lo que vieron. Vena la mujer como objeto de su propia satisfacción. La pornografía destroza al menor».

Benjamín Ballesteros, director de programas de la Fundación Anar de ayuda a niños y adolescentes en riesgo resalta que «el uso de la pornografía en edades tempranas en las que el menor está en pleno proceso de desarrollo, puede ser altamente perjudicial, pudiendo generar adicción e impedir que en su vida adulta tenga relaciones sexuales sanas. Además influye en el concepto machista sobre la mujer como objeto de uso para satisfacción del hombre y víctima de la violencia de género».